Primer domingo del año. Las Navidades casi han acabado y un nuevo año comienza. Las calles se han llenado de luces y de gente. Los amigos se han reunido para celebrar una nueva vuelta al sol. El puñetero virus sigue con nosotros. Todo el mundo está fijándose propósitos y diciendo eso de «año nuevo, vida nueva». Yo creo que la vida vuelve a empezar cada día, que cada mañana es una nueva oportunidad de cambio. Sin embargo, lo bello de cambiar de año es el cambio de perspectiva que ello conlleva. La sensación de página en blanco. De haber quemado las naves y embarcar de nuevo, con otro rumbo. La vida es un constante cambio y, como ya escribió George Eliot, nunca es tarde para ser quienes podríamos haber sido.
Vendrán también tiempos complicados, nuevos oleajes y naufragios. Lo sé. Pero lo que no nos pone a prueba no nos cambia. O, dicho en inglés, «If it doesn’t challenge you, it doesn’t change you».
Quiero cambiar. Quiero que este año me ponga a prueba y ver hasta dónde puedo llegar. Quiero releer estas palabras dentro de un año y estar orgullosa del camino recorrido.
Paso a paso, día a día, se pueden lograr grandes cosas. Año a año, la vida puede cambiar. Y, ahora que me aproximo al cuarto de siglo, me doy cuenta de que no tengo ningunas ganas de quedarme con las ganas. De que, en palabras de Marwán, «nada deja peor sabor de boca que las cosas que nunca llegas a probar».
Vamos a hincarle el diente a la vida, a ver a qué sabe. Vamos a arriesgarnos, a ver qué pasa…
Here we go again.