Mi primer amor
tenía aluminosis:
no lo construimos bien
desde el principio
y hubo que
echarlo abajo.
Mi segundo amor
estaba lleno
de humedades:
un día hacía tanto frío
y olía tanto a moho
que tuve que irme.
El amor fue para mí
algo que se derrumba,
que se vuelve
irrespirable.
Ahora
el amor es cálido,
entra luz,
tiene vistas al mar.
Tengo un amor
sano y sólido
porque,
día a día,
reforzamos los pilares.