«Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie».
– Emily Dickinson
Antes que madres,
hermanas,
esposas,
hijas,
nueras,
cuidadoras
o empresarias,
somos mujeres.
Mujeres que luchan,
que crean arte,
que mueven el mundo.
Mujeres que sostienen
en las espaldas
un peso
que no les corresponde.
Mujeres con deseos,
personales
y sexuales.
Mujeres que aún estudian
enfrentándose a los prejuicios,
que tratan de volar
y se golpean la cabeza
contra techos de cristal.
Mujeres que cobran menos
en el trabajo
y trabajan más en casa,
que te intimidan
si tienen un puesto de poder.
Mujeres explotadas sexualmente,
casadas forzosamente,
acosadas en las calles,
discriminadas,
infravaloradas,
calladas,
golpeadas,
asesinadas,
violadas.
Hartas,
sobre todo.
Mujeres hartas de
aguantar tanto.
Tanto acoso,
tanto machismo,
tanta desigualdad.
Estamos tan hartas
que por fin nos estamos levantando
y, al ponernos de pie,
nos damos cuenta
de lo grandes que somos.
Porque antes de
llevar una vida en el vientre,
ya teníamos la nuestra.
Antes
de ser esposas,
nos teníamos a nosotras mismas
para sernos fieles
en las alegrías,
en las penas,
en la salud
y en la enfermedad
cada día de nuestras vidas.
No somos aquello
a lo que nos dedicamos
ni tampoco el rol
que se nos ha otorgado.
No somos Amazon
para que nos pidas
todo aquello que deseas,
ni tenemos que estar
disponibles 24/7
como una línea
de emergencias.
Tampoco Instagram,
obligadas a llevar puestos
filtros y maquillajes
para mostrarte una realidad
embellecida.
No somos Uber Eats
para ofrecerte nuestra carne,
un bocado de comida rápida
llegando a tu puerta
para satisfacer tu hambriento deseo.
Somos mujeres
imperfectas,
con contradicciones,
tenemos miedos
e inseguridades
como todos.
No somos perfectas,
ni pretendemos serlo.
La vida perfecta
solo existe en las pelis americanas
de los domingos por la tarde.
Nosotras no aspiramos
a eso.
Quítennos esa presión.
Podemos ser imperfectas.
Podemos amar a una persona
y desear a muchas otras.
Podemos querer tiempo
para nosotras
y eso no nos hace egoístas.
Podemos amar a otra mujer
sin que nos arrojes
tus sucios prejuicios.
Podemos vivir
corriendo por un camino de cabras
en lugar de seguir mansamente
el sendero de las ovejas.
Podemos no tener hijos
ni casarnos
y está bien.
Porque no queremos
ser el tipo de nadie
ni mujeres modelo,
queremos ser atípicas
y romper los moldes.
No queremos una vida perfecta,
sino poder vivir la nuestra
sin desvivirnos por el camino.
Julia Viciana