Hay soledades
muy distintas.
Algunos navegan su soledad
como un crucero:
necesitan pasajeros,
compañeros de viaje;
no saben estar solos.
Otros la navegan
como un velero:
sabiendo que,
aunque tengan acompañantes,
son los responsables
de ajustar las velas
y disfrutar de sus travesías.
Hay quienes viven
buscando puertos seguros
mientras otros se mueren
por soltar las amarras.
Pero,
sea cual sea el viaje
y la soledad que transites,
el peligro está en llegar al mar de dudas
sin tener claro cuál es tu rumbo…