Volvimos a vernos en la ciudad
en un cruce caprichoso del azar:
tú que perdiste la oportunidad,
yo que hace tiempo me aprendí a amar.
Ibas caminando con seguridad
y una nueva rubia atada a tu andar:
qué bien se te da adornar la soledad
fingiendo una talla que no puedes dar.
Volvimos a vernos, a comprender:
yo solo quería una buena vida,
tú solo me diste aquel mal querer.
Menos mal que abandoné la partida,
que te perdí de vista y pude ver
que ya era hora de amar sin medida.