Hay personas que no merecen la pena; que merecen toda nuestra alegría. Nuestro tiempo Nuestras ganas. Que se lo merecen todo. Reconocerás a esas personas porque las abrazas y, de repente, te resulta mucho más sencillo respirar. De pronto, todas las mierdas y el papeleo que conlleva la vida adulta no parecen tan importantes.
Aparecen y no te importan tanto los impuestos. La crisis. La subida de la luz. El aumento de los precios. El modelo 347. Las declaraciones trimestrales. Las facturas. El alquiler. La compra que cada vez es más cara. Los techos de cristal y la fuga de cerebros. El paro. Las obligaciones.
Todo eso no te importa nada porque, en este mundo a veces tan gris e insípido, esas personas te llevan al mundo de Nunca Jamás. Y vuelves a jugar. Y consiguen que, en tu esfuerzo por adaptarte a este mundo adulto, rescates de tus entrañas a la niña que llevaba tiempo dormida.