Recientemente he conocido algo llamado «The Four Burners Theory» (que, traducido al español, sería algo así como «la teoría de los cuatro fuegos». Básicamente, esta teoría se basa en que nuestras vidas son como una cocina de gas o una placa vitrocerámica en la que hay cuatro fuegos: amigos, familia, trabajo y salud. Según este argumento, solamente es posible tener tres de estos fuegos trabajando al mismo tiempo a máxima potencia. Lo cual implica que, inevitablemente, hay que apagar uno de ellos. Decidir cuál es el menos importante o urgente en ese momento. Hacer sacrificios. Establecer prioridades.
Para mí, que soy muy perfeccionista, esta idea resulta complicada: ¿por qué elegir, si podría llegar a todo? Tener un trabajo increíble, ser una buena hija y hermana, dedicarles a mis amigos el tiempo y la atención que merecen, hacer deporte todos los días… ¿Por qué elegir, entonces? Porque el problema es que no puedo llegar a todo. Que soy humana y el día tiene 24 horas. Cuando intentas mantener cuatro fuegos encendidos, inevitablemente algo de lo que estás preparando se quemará. O puede, incluso, que carbonices varios calderos y tengas que empezar la receta desde cero. Intentar llegar a todo en nuestro mundo actual es como tratar de llegar a puerto navegando con un barco que tiene las velas rotas. Un viaje que puede acabar en naufragio.
Sin embargo, es difícil aceptar que hay que hacer sacrificios porque la vida y las redes sociales nos venden la idea contraria. La idea de que todo el mundo lo tiene todo bajo control. Vidas perfectas, sonrisas de anuncio, cuerpos de revista. #Feliz. Miras a tu alrededor y piensas que eres la única que no se entera de la vida adulta, que necesita pulsar el botón de pause porque el mundo va a una velocidad de reproducción demasiado alta. Personas vendiendo postureo al por mayor mientras la felicidad ha entrado en crisis. Liquidación total de la verdad. Desabastecimiento de autoestima. Autenticidad a precio de rebajas: últimas unidades en stock.
Pero, por mucho que parezca que hay quienes tienen vidas perfectas, la realidad es que casi todos estamos jodidos. Tratando de mantener el equilibrio. Da igual lo ideal que sea una foto porque es eso: una foto. Un frame efímero en el largometraje que es la vida. Lo más probable es que, si barremos bajo esas sonrisas, encontremos mucha mierda escondida.
Por eso, vamos a aceptar que hay que tener prioridades y que es normal no llegar a todo. Habrá épocas en las que nos centremos más en un trabajo, en un proyecto, en un sueño. Otras en las que podremos pasar más tiempo con nuestros seres queridos. Y otras en las que lo único que debemos hacer es bajar un poco las revoluciones y centrarnos en nuestra salud. Es normal dejar algunas cosas de lado por momentos. Al fin y al cabo, la vida son fases. Y, como la luna, tenemos que pasar por todas las fases para sentirnos llenos de nuevo.
Así que, la próxima vez que sienta que no llego a todo, apagaré uno de los fuegos y me pondré como prioridad. No quiero una vida perfecta; quiero una vida feliz.