Me he enamorado de ti
del mismo modo en que siempre te quedas dormido:
rápido y sin querer,
en un abrir y cerrar de ojos.
Me he enamorado de ti porque,
desde que duermes junto a mí,
me has volado la cabeza
y dejas que vuele mi imaginación.
Desde que apareciste,
no logro imaginarme
sin imaginarnos.
Te imagino despertando a mi lado,
con sueños colgados de tus pestañas
y caricias colgando de mis dedos.
Me imagino tan gaviota,
volando sobre tus ojos
que no son color océano
pero me hacen flotar.
Nos imagino felices e invencibles,
borrachos de sueño,
llenos de deseo y sal.
Te imagino haciendo café
antes de ir al trabajo,
besándome en la encimera,
rodando sobre la alfombra,
conquistando el sofá los domingos,
deshaciéndome la cama
mientras hacemos filigranas sobre el colchón.
Me imagino abrazándote por la espalda,
ensuciándote la mente
cuando lavas las tazas del desayuno,
con esa cara tan tuya
de no haber roto un plato
y estas ganas tan más
de tirarte los trastos.
Nos imagino matando al frío,
llenando de felicidad
cada metro cuadrado de este piso.
Te imagino aquí cerquita,
dejando tu alegría y tus calcetines peluditos
en los cajones,
haciendo llevaderas mis mañanas,
viendo películas conmigo,
escuchando la música que surge
cuando conviertes mi cuerpo en guitarra.
Me imagino amándote a quemarropa,
lanzándote besos de destrucción masiva,
declarándote la guerra bajo las sábanas.
Nos imagino juntos
y quiero que me desordenes la vida,
que creamos en esto,
que creemos un hogar.
¿Te vienes?