Te quiero.
Pero no con la necesidad de las olas
que sin el viento
no existirían.
No con la urgencia
de una adicta
que llena sus pulmones
de nicotina y alquitrán.
Te quiero.
Te quiero como un viejo marinero al faro:
sabiendo que, sin él,
sería más complicado
hallar el camino de vuelta.
Porque,
aunque a veces olvide de dónde vengo,
el brillo de tus ojos de lejos
me muestra el lugar
al que siempre querré regresar.