«Lo otro eran simulacros.
Tú eres el incendio»
– ELVIRA SASTRE
Ahora que estoy aprendiendo a vivir a fuego lento y a amar poniendo toda mi alma en el asador, me doy cuenta de que lo de antes fueron amores de fogueo. Pieles de combustión rápida que de esas que, después de quemarte, te dejan con más frío. Fuegos que queman, pero no calientan.
Vivimos en una época en la que podemos pedir comida y cuerpos a domicilio. Elegir entre un catálogo de restaurantes y de personas qué bocado queremos llevarnos a la boca. Desliza a la derecha y haz match. Pide un Glovo, que ya vamos nosotros. Y, al final, todos jugamos a este juego. Al juego de la velocidad, de la urgencia. De matar impacientemente el hambre o el deseo.
Lo que ocurre es que, cuando te instalas en la paz, cuesta volver atrás. Cuando te mudas a la calle donde habita la calma, no quieres vivir en otro lugar. Si has probado una boca que sabe bailar con la tuya, no querrás regresar a los labios desacompasados que te prometen la luna y acaban eclipsados por su propia sombra.
Por eso te quiero: porque me enseñas la diferencia entre el calor y el fuego. Porque eres el incendio que necesitaba para que todo volviese a brotar creando un paisaje verde y florido. Y empezar, así, a florecer.
Desde la raíz.