Me gusta tu modo de mirarme
con la ilusión de un niño
en la cabalgata de Reyes.
Me gusta tu manera de desvestirme
como quien desenvuelve
un regalo de Navidad.
Me gusta sentir que,
si tú me tocas,
ya me tocó la lotería.
Me gusta el picor
de tu barba
cuando buscas mi cuello.
El lunar
de tu labio
y el derroche
de tu boca.
Me gusta cuando te ríes
y me llamas idiota.
Nuestras risas
y nuestras 1906.
Me gustan los despertares
si son a tu lado.
La forma que tienes
de abrazar,
de amar,
de arrancarle a las palabras
desgana, desamor y desdicha
el prefijo.
Los domingos
contigo.
Los viajes en coche.
Las expediciones
buscando un lugar
donde comer churros.
Tus pequeñas manías.
Me gusta que siempre duermas
con calcetines peluditos,
que se nos haga de madrugada
por perder la noción del tiempo.
Que me agarres
cuando pierdo el equilibrio
(y no hablo solo
en sentido metafórico).
Me gustan tus ojos
marrones oscuros
y el modo en el que
dan luz a mi vida.
Me gusta todo de ti
como a Rauw Alejandro,
que tu mirá se me haya
clavado en el pecho
como a Rosalía.
Me gusta que siempre sepas
qué canción poner,
que seas mi copiloto,
que te quedes dormido
en las películas.
Tu mirada faro,
tus brazos refugio,
tu boca incendiaria,
tu piel delirio
y tu cuerpo hogar.
Me gustas porque yo,
que andaba sin buscarte,
he encontrado en ti
una nueva vida.