Tal vez nuestro problema fuese
que nos daba más vértigo
arrojarnos al vacío de un abrazo
que caer sobre el colchón.
Que follábamos
mucho más
de lo que nos abrazábamos.
Siempre nos pareció
más íntimo
darnos un abrazo
que un orgasmo.
Tú y yo éramos expertos
en coreografías nocturnas,
en batallas cuerpo a cuerpo
sobre el ring del deseo,
en desgastar la rutina
y los labios
hasta la madrugada.
Éramos
dos expertos bailarines
en la danza de la piel:
tú dabas pasos de tango
en la pista de mi cintura,
yo bailaba una samba
bajo tu vientre.
Éramos dos felinos
saciando su apetito a medianoche,
dos gatos
muriendo siete veces
por noche.
Tú sabías exactamente
dónde tocar
para sacar mis mejores acordes,
yo conocía el lugar exacto
en el que apretar
para desbordar tu deseo.
Y un día,
cuando quise abrazarte,
todo ardió
y quedó en brasas.
Mi alma abrazófila
y la tuya abrazófoba
solo eran compatibles
en la frontera de la cama.
Lo entendíamos todo
de la piel,
pero nada de su epicentro.
Lo sabíamos todo
sobre el fuego,
pero nada
sobre el calor.
Solo los sentires de la piel pero no del corazón. Un abrazo como una caída en picada… «el miedo a flor de piel» y yo que amo los brazos… linda poesía bella escritora.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchísimas gracias, Adji! ❤ Es un placer que te haya gustado y que hayas comentado. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona