«La virilidad tradicional es una maquinaria tan mutiladora como lo es la asignación a la feminidad. ¿Qué es lo que exige ser un hombre, un hombre de verdad? Reprimir sus emociones. Acallar su sensibilidad. Avergonzarse de su delicadeza, de su vulnerabilidad. Abandonar la infancia brutal y definitivamente: los hombres-niños no están de moda. Estar angustiado por el tamaño de la polla. Saber hacer gozar sexualmente a una mujer sin que ella sepa o quiera indicarle cómo. No mostrar la debilidad. Amordazar la sensualidad. Vestirse con dolores discretos, llevar siempre los mismos zapatos de patán, no jugar con el pelo, no llevar muchas joyas y nada de maquillaje. Tener que dar el primer paso, siempre. No tener ninguna cultura sexual para mejorar sus orgasmos. No saber pedir ayuda. Tener que ser valiente, incluso si no se tienen ganas. Valorar la fuerza sea cual sea su carácter. Mostrar la agresividad. Tener un acceso restringido a la paternidad. Tener éxito socialmente para poder pagarse a las mejores mujeres. Tener miedo de su homosexualidad porque un hombre, uno de verdad, no debe ser penetrado. No jugar a las muñecas cuando se es pequeño, contentarse con los coches y las pistolas de plástico aunque sean feas. No cuidar demasiado su cuerpo. Someterse a la brutalidad de los otros hombres sin quejarse. Saber defenderse incluso si se es tierno. Privarse de su feminidad, del mismo modo que las mujeres se privan de su virilidad, no en función de las necesidades de una situación o de un carácter, sino en función de lo que exige el cuerpo colectivo».
– VIRGINIE DESPENTES
Sé un hombre.
Llora ante mí
a cara descubierta,
muéstrame
tu vulnerabilidad.
Sé un hombre y ámame,
sé valiente:
no hay mayor acto de valentía
que amar
abriéndose el pecho
de par en par.
Quiero ver cómo te brilla la mirada
al hablar de lo que te apasiona,
cómo se calla tu miedo
cuando lo compartes.
Sé un hombre:
ten miedo.
Úsalo como motor,
no te avergüences de él.
Sé un hombre y entiende que serlo
no implica negar tu parte femenina,
ni renunciar a tu delicadeza,
ni matar al niño que llevas dentro.
Vístete como te dé la gana,
ama a quien te dé la gana
y sé tierno si te da la gana
aunque todas esas ganas que tienes
no encajen en las normas
de la heterosexualidad.
Sé un hombre y comprométete:
con tu familia,
con el feminismo,
con la injusticia.
Ser un hombre comprometido
no te hace menos hombre.
Sé un hombre
y no dejes que nadie te diga
cómo serlo.
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