«Del sí al no, ¿cuántos quizá?»
– Julio cortázar
Tú, que te hubieras
casado conmigo.
Yo, que nunca te di el sí
y tampoco te dije que no.
En mi mente flotaba un quizá
constante,
un amasijo de dulces ganas
mezcladas con lo amargo
de las dudas.
Entre lo oscuro de tu piel
y la palidez de la mía
había toda una escala de grises,
pero tal vez nunca supimos
ver los matices.
Nos amábamos dándolo todo,
esa era la única manera
que conocíamos.
Nos amábamos
dándonoslo todo
porque ese todo era lo mínimo
a lo que aspirábamos.
Cogíamos nuestras curvas sin frenar,
nos rompíamos la boca,
éramos incendio siete días por semana.
Y, de tanto arder,
un día al mirarnos
tan solo quedaban
las cenizas.
Pasamos del todo a la nada,
del fuego al polvo,
pero ni mis alas de gaviota
ni las tuyas de águila real
supieron cómo
renacer de las cenizas.
Han pasado tres meses
y mi vida aún huele a chamuscado,
todavía se aprecia en el fondo
de nuestros ojos
el devastado paisaje.
Pero esta gaviota
ahora vuela a cielo abierto,
emigra a otros mares.
Ya me he cansado
de tanto frío.