Apaga el móvil,

las luces

y el ruido.

 

Quédate desconectada

para poder conectar con tu ser,

quédate en la oscuridad

para comenzar a arder

desde las entrañas,

quédate en silencio

para oír cuántos decibelios

tiene tu ruido interno.

 

Haz todo sin más,

pero jamás te hagas de menos.

 

Lee sin más,

camina sin más,

come sin más,

besa sin más,

escucha la lluvia sin más,

cuídate sin más.

 

Porque ese sin más

del que te hablo

son todas esas cosas

que te restan:

el bombardeo de estímulos,

el eco de la tele

para no sentirse sola,

las canciones que escuchas

en bucle

para no enfrentarte

a tu silencio,

las series que te anestesian

mientras pospones el momento

de indagar en tu alma

a bisturí limpio,

el alcohol que bebes

pensando que al tragarlo

cicatrizará tus heridas interiores.

 

No hagas nada,

pero siéntelo todo.

 

Abúrrete,

joder.

 

Contempla el blanco de la pared

y deja volar tu mente.

 

Cierra los ojos

y abre bien las alas.

 

No llenes tu día

de actividades que

te dejan vacía.

 

Cierra los ojos y escucha.

 

El viento en las ramas

del almendro,

el ronquido de tu perra,

tu respiración,

el canto optimista

de los pájaros.

 

Abúrrete,

no pelees

contra el vacío.

 

Deja que te inunde,

que te atraviese.

 

Deja que el silencio

te empape como el mar,

que riegue cada poro de tu piel,

que tu cuerpo lo absorba

como una tierra árida

recibe la lluvia.

 

Y tal vez,

invadida de vacío y silencio,

te sientas saciada

y escuchada

por primera vez.

 

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Julia Viciana