Vives siempre marchándote

Me he dado cuenta de que tu manera de conocer a las personas y los lugares que visitas es exactamente la misma: superficial, frívola, insuficiente. Empiezas a conocer a los demás y, cuando por fin confían y empiezan a abrirse a ti, te asustas de lo que puedes encontrar y te marchas. Pasas algún tiempo haciendo turismo en una ciudad y, cuando adviertes que esa urbe ha empezado a crecer en ti y podría dejarte huella, coges un avión de vuelta. Y te vas. Siempre te vas. Vives yéndote.

Si te preguntan por mí, seguramente respondas algunos datos imprecisos sobre mi vida: qué carrera hice, con quiénes he estado, qué tipo de estudiante era en el instituto, dónde he vivido, qué países conozco, tal vez incluso hables sobre mis mascotas o menciones a algunos de mis familiares. Tu respuesta será una biografía impersonal, académica. Como cuando buscas información sobre alguien en Wikipedia: encontrarás cuándo y dónde nació, quién es su pareja, cuál es su ideología, cómo fue su infancia, dónde estudió, qué ha hecho o publicado hasta ahora. Tal vez puedas incluso rascar algunas anécdotas personales, algo que distinga a la persona del personaje. Tras esa búsqueda sentirás que lo conoces todo de esa persona, que no hay ningún detalle de su vida que se te haya escapado.

Si te preguntan sobre tu viaje a París, seguramente abras rápidamente tu galería del móvil: les enseñaras un selfie sonriente junto a la Torre Eiffel, dirás que pudiste ver La Gioconda en el Louvre y tendrás también una foto intentando sostener la punta de la pirámide, mostrarás orgullosa tus instantáneas de Notre Dame, Montmartre y su basílica, el Arco del Triunfo, las Galerías Lafayette o incluso la Ópera Garnier. Enseñarás orgullosa un bolso de Louis Vuitton que compraste en los Campos Elíseos, contenta de que ese objeto tan caro por el que pasaste dos años ahorrando adorne ahora tu antebrazo. Sonreirás mientras cuentas que pudiste dar un paseo por el Sena en bateau-mouche y te sentirás una auténtica parisina.

Sin embargo, olvidas que yo no soy lo que se sabe de mí ni París es una galería de fotos del móvil llena de selfies sonriente junto a los monumentos de interés. No, es mucho más que eso. Puede que nos conozcamos, pero nunca seremos nada más que conocidas. Puede que hayas viajado a París, pero en realidad jamás has estado allí.

No sabes nada de mí, nada más de lo que se cuenta por ahí. Ignoras cuál es la playa a la que voy para sentirme en calma cuando la vida se vuelve tormentosa, a qué mar acudo cuando estoy en llamas. No sabes nada sobre los barrancos ni los almendros de mi infancia, ni sobre el colegio donde descubrí que me encantaba escribir y que hay profesoras que, sea cual sea su sueldo, jamás recibirán ni la mitad de lo que dan. No conoces cuáles son los pilares de mi vida, ni la historia de aquellos imbéciles de los que me encapriché cuando no me quería lo suficiente a mí misma. Tampoco mis momentos más dolorosos, ni los días en los que me he sentido colmada de felicidad. Desconoces mis manías, mis vicios, a qué me gusta dedicar las horas. Ignoras en dónde estado, qué o quiénes me han marcado, quién fue mi primer amor, en quién confío. No sabes nada.

Tampoco sabes nada de París. Puede que hayas ido a la Torre Eiffel, pero no has guardado de ella más que una foto. Has visto la Basílica del Sacré-Coeur, pero no has entrado, no sabes a qué huele y cómo suena por dentro, no has pasado una tarde entera viendo la ciudad desde el mirador, escuchando a los músicos, besando a quien amas desde lo más alto de la colina. Has ido a la ciudad del amor y no has amado, no te has atrevido a abrirle tu corazón. Pasaste por Montmartre porque ponía en tu guía turística que era visita obligada, pero no te quedaste un rato en la plaza viendo cómo bailaba el pincel de los pintores, ni descubriste el muro de los te quiero, no conoces la historia de los artistas bohemios que pasearon por allí en otro tiempo, no entraste al Espacio Dalí. Estuviste una o dos horas en el Louvre, pero no sabes que en el Museo d’Orsay está el origen del mundo, no has admirado lo bello que es por dentro ni has visto lo hermosa que es la planta superior, la del reloj, ignoras que antes era una estación de tren. No has contemplado de cerca las pinturas impresionistas del Museo de la Orangerie, no te has mareado de belleza al observar en las paredes curvas los enormes lienzos de Les Nymphéas de Monet. Has caminado junto al Sena, pero no has visto cómo el sol se hunde en el río cuando atardece desde el Pont des Arts. No has andado por la Rue du Chat qui Pêche. No sabías, cuando te estabas haciendo una foto en Notre Dame, que muy cerca está una de las librerías más hermosas y con más historia de París. No has hablado con parisinos, no has disfrutado de los olores y sabores de un mercadillo local.

Para ti todo es postureo, puedes decir que has estado en cualquier lugar mientras tengas selfies para justificarlo. Dices que tienes muchos amigos, pero no conoces ni a una cuarta parte de ellos.

Debo admitir que al principio me enfadaba que existieses de ese modo tan superfluo, hasta que me di cuenta de que vives así porque te has acostumbrado y ya no imaginas otro modo de hacerlo. Porque tienes miedo a descubrir nuevas personas, nuevos lugares, y que te decepcionen. Y, al final, acabas siendo tú la que decepciona a los demás. En fin, qué le vamos a hacer… Eres tú la que tiene que atravesar tu miedo y tus prejuicios, nadie más puede hacerlo por ti.

Así que mientras tanto sigue enseñando fotos del Big Ben, de la Torre de Belém, de la Puerta de Alcalá, de La Giralda, del Ponte Vecchio o hasta del Partenón si te da la gana. Sabré que has viajado a esos lugares, pero no me creeré que has estado en ellos hasta que no me cuentes algo que no pueda leer en una guía, hasta que no me enseñes algo que no se vea en las postales.

Sigue diciendo que conoces a tanta gente, pero hasta que no sepas qué les mueve, qué les emociona, cuáles son las cosas de la vida que hacen que les brillen los ojos de pasión al hablar, no me creeré que sean para ti algo más que conocidos.

Que te vaya bonito. Espero que algún día seas tan feliz como aparentas en tus selfies, deseo de corazón que alguna vez te atrevas a ser vulnerable y descubras lo bello que es destapar el alma a los demás. Pero me temo que tu naturaleza te lo impide.

Me temo que, cuando descubras que pasar por la vida de puntillas no es lo mismo que dejar que te atraviese, ya será demasiado tarde.

 


Julia Viciana

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Escrito por

Julia. Canarias, 25 febreros. Graduada en Estudios Francófonos Aplicados. Soy una mortal más que intenta descifrarse a través de las palabras y que escribe para saber lo que siente.

2 comentarios sobre “Vives siempre marchándote

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