47 de marzo

 

Hace casi dos meses

que regresé a mi isla

y todavía no he podido

oler el mar.

 

He tratado de hacer caso

a los expertos:

no estar todo el día en pijama,

mantenerme activa,

hacer deporte,

desinfectarlo todo,

ducharme,

vestirme como si quisiera

que el espejo

me devolviese una imagen

más amable.

 

Me cuido

y recuerdo a esas personas

que me dijeron «cuídate»

cuando ese imperativo

implicaba que ellos

ya no iban a hacerlo.

 

Hoy siento en el cuerpo

una pandemia de soledad,

un desamparo de mí misma,

me he levantado como por inercia

y he necesitado cuatro cafés

para que la cafeína en vena

consiguiera expulsarme

del mundo de mis sueños.

 

Me meto debajo del agua

de la ducha,

cierro los ojos

e imagino que estoy en el mar.

 

Me miro al espejo y sonrío

interpretando mi mejor personaje,

me aplico en la cara

dos capas de optimismo,

le pongo corrector a mis ojeras

y un poco de brillo a esta mañana,

me repito mirándome a la cara

«Fake it until you make it».

 

Luego limpio con cuidado

la habitación,

como si los demonios

fueran alérgicos al desinfectante.

 

Abro de par en par las ventanas

deseando que el viento se lleve

las horas que nos quedan

para volver a vernos.

 

Pongo la ropa a lavar,

tomo un rato el sol

por eso que dicen

de que el calor

mata al virus.

 

Pero,

por mucho que lo intente,

no hay calor que acabe

con el virus interno

que me ha infectado.

 

No hay vacuna

contra esta pandemia

de nostalgia.

 

No hay lunes al sol

que calmen el dolor

de tantos abrazos rotos

que ya no podemos reparar.

 

Y, por mucho que cante

bajo la lluvia,

mi voz a cappella

no suena tan bien

como nuestro dúo

de gemidos.

 

Aunque sepa que soy

una privilegiada,

que siempre nos quedará París,

que saldremos a la calle

tras muchas sonrisas y lágrimas,

algunos días la vida cuesta.

 

Todos los días

desde hace cuarenta y siete

son El Día de la Marmota,

el mundo se paró el 15 de marzo.

 

Pero acabará.

 

Ahora es momento de resistir,

de seguir creando belleza

mientras todo se hunde

como los violinistas del Titanic.

 


Julia Viciana

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Escrito por

Julia. Canarias, 25 febreros. Graduada en Estudios Francófonos Aplicados. Soy una mortal más que intenta descifrarse a través de las palabras y que escribe para saber lo que siente.

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