Bañarse en el mar y dejar luego que la piel se seque al sol. Un abrazo tan fuerte que te reconstruye. Quedarse dormidos en verano mirando las estrellas. La dulce melodía de las olas. Ver al sol bostezar sentada en la arena. Un café con los amigos de esos que dura horas. Pasear por el monte inspirando el olor a tierra mojada. Salir a correr. Despertarse de súbito de madrugada y verlo durmiendo al lado. Poner nuestra canción favorita a todo volumen en el móvil y callejear por cualquier ciudad sin pasado. Un orgasmo que retuerce el cuerpo entero de la cabeza a los pies. Escuchar esa canción de Andrés Suárez desde la playa que la inspiró. Redescubrir el paraíso atlántico en el que vivo. Acariciar a bocajarro sobre la piel matando a la prudencia. Abrazarse a quemarropa, convirtiendo nuestros brazos en un revólver que va soltando balas sin piedad hasta asesinar por completo a la mesura. Rozar el exceso. Pisar el acelerador a fondo, derrapar por las curvas de tu piel y no frenar hasta que no haya chocado mis huesos contra cada una de tus orillas. Besar como si los labios fueran oxígeno y acabáramos de tener un ataque de asma. Carretera y manta. Aterrizar en unas nuevas coordenadas. El atardecer desde el Piazzale Michelangelo. Los besos con sabor a verano y helado de menta. El poder curativo del salitre para cicatrizar por fuera y por dentro. La imposibilidad de sentirse infeliz leyendo en una playa. Ir corriendo hacia esas pieles que nos reciben en la terminal. El instante exacto en el que empiezas a sentirte en casa muy lejos de donde naciste. Las cervezas heladas en las terrazas de agosto. Un barraquito especial con alguien aún más especial en mitad de un día frío en La Laguna. Perder la noción del tiempo escribiendo. La brisa suave de la orilla tras un día asfixiante. La sensualidad de una larga conversación. El arte de mirarse a los ojos. La magia del momento preciso en el que alguien a quien acabas de conocer se convierte en una de las personas más importantes de tu vida. El atractivo de una mente inteligente y despierta. Declarar en mi corazón el estado de alarma y descubrir que, por muchas medidas de precaución que tome, será imposible no contagiarme de tu bendita locura ni de tu maldita dulzura. Acabar el confinamiento quemando las sábanas. Ir corriendo a ver a los que hacen que mi vida sea digna de ser vivida. Romper los barrotes. Desplegar mis alas y volar, sabiendo que ya no soy un ave enjaulada.
Julia Viciana
Todo un sin fin de propósitos por retomar pero aún no sabemos en que condiciones lo podremos hacer. Las reglas en los países van a ser muy diferente unas de otras. Por lo pronto en Chile, no habrá espectáculos públicos, ni reuniones sociales hasta el 2021 una vez abierta la cuarentena.
Muy buena tu reflexión.
Saludos
Manuel
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buenísimo 👏👏👌
vamos a ver cómo podemos volver a sentir todas esas cositas bonitas,
de alguna forma volveremos a respirar !!
gracias por compartir.
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¡Por supuesto que volveremos a respirar y a recuperar los abrazos! Muchas gracias a ti por leerlo y comentar, de verdad. Un gran abrazo 🤗🖤
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