Qué putada

si se acaba el mundo

ahora

y tú y yo

no nos hemos

tomado esa caña.

 

Imagínate que todo termina,

que llega ese punto final

de los finales

del que habla Sabina

y la vida ya no nos permite

añadirle dos puntos más.

 

Imagina que ya

no hay continuación

para esta historia

que nunca

ha terminado de empezar.

 

Que esta pandemia

acaba con nosotros.

 

Imagínalo,

¿qué pasaría?

 

Dímelo tú,

qué pasaría con lo nunca dicho

y lo nunca hecho.

 

¿A dónde iría?

 

Quiero que lo imagines tú

porque yo

ya no voy

a hacerlo.

 

No quiero imaginarlo todo:

cómo sabría ese café

que tenemos pendiente

desde hace cuatro años,

si el marrón de tus ojos

bañados a la luz del sol

tendría el tono oscuro y amargo

del café americano,

si sería dulce y espumosa

como un buen macchiato

o si, por el contrario,

resultarías ser una de esas personas

de gestos descafeinados.

 

Los recitales de poesía privados,

el vis-à-vis de nuestras pieles

después de tanto tiempo en aislamiento,

el mar de tu sur o del mío,

las conversaciones sin pantallas,

el verano sin distancias,

el abrazo que asesina los kilómetros

y lo convierte en centímetros,

la bajada del pedestal,

las miradas sin filtros,

los stripteases que haríamos

sin quitarnos la ropa.

 

Te pido que lo sigas imaginando tú,

si aún te quedan ganas,

porque a mí ya me sabe a poco

ese mundo imaginario

y prefiero pasar al real.

 

La realidad

es que estamos en cuarentena,

confinados en las paredes

de nuestra propia mente

y todo aflora

a una velocidad de vértigo:

recuerdos,

deseos,

pasados pesados,

futuros soñados.

 

Todo,

menos la voluntad

de matar nuestro orgullo.

 

La realidad es que

nos merecemos

algo real.

 

Algo de carne y hueso,

no de aire y pantallas.

 

Por eso te digo

que lo imagines tú.

 

Que imagines qué ocurriría

si nos pilla el fin del mundo

y no hemos hecho todo eso

que dijimos que haríamos.

 

Imagínalo tú,

porque yo ya tengo claro

cuál sería mi único

final posible:

si llega el fin del mundo,

que nos pille bailando.

 

Un baile

es lo mínimo

que tú y yo

nos debemos.

 

 

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Julia Viciana