«placebo» (RAE): m. Sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto favorable en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción.

 

Hay quienes viven sus vidas

en un perpetuo efecto placebo

con la ilusión de curar así

sus almas enfermas.

 

Y beben

hasta entrar en coma etílico de felicidad,

pero al día siguiente despiertan

y les duele el pecho en vez de la cabeza

y la resaca les dura demasiado

porque todavía no se ha inventado

el ibuprofeno que alivie el corazón.

 

Y escuchan música compulsivamente

porque les da demasiado miedo

quedarse en silencio

con la voz de la conciencia

cantando a cappella.

 

Y convierten el sexo en homeopatía

tratando así de curar

un dolor emocional

que ya ha entrado en fase terminal.

 

Y pretenden quitarse

con bocas dulces que saben a ron

el regusto amargo de la despedida,

sin saber que ese es un sabor

que jamás se va del paladar.

 

Y bailan hasta el amanecer

convencidos de que el sudor

borrará de la piel las caricias derramadas,

de que el sol

secará los charcos de tanto llanto

que forman bolsas en sus ojos.

 

Hay quienes llevan

amigas malva pintada en los ojos

como souvenir de sus viajes

a la madrugada.

 

Y se pierden en el ruido de la noche

y buscan calor

en los 35 grados del Jäger

porque por dentro están helados.

 

Y escuchan conversaciones banales

y se quedan sordos

de tanto oír al miedo

gritando a demasiados decibelios.

 

Y pretenden,

así,

curarse.

 

El efecto durará unos días,

tal vez meses,

pero llegará un momento

en el que la dolencia es tan grande

que de nada servirá la homeopatía.

 

Es absurdo,

como pegar una tirita

sobre una herida abierta

y pretender que cierre.

 

Entonces

la única manera de salvarse

es entender que esa herida

solo puede sanar desde dentro.

 

Esta noche he encontrado

unas cuantas almas así,

llenas de daño,

en un garito de mala muerte

fingiendo una buena vida.

 

Esta noche he recordado

que yo también fui una vez

una de esos quienes

de los que ahora hablo

en tercera persona.

 

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Julia Viciana