A veces me gustaría
salir de mi cabeza,
observar mi personaje desde fuera
como si esa película no fuera conmigo
para tener así un poco de perspectiva
y saber cómo llegar al desenlace.
Me gustaría arrancarme el cerebro de raíz
como quien arranca una planta
y trasplantarlo,
hacer que brote de nuevo
en el cuerpo de alguien
que no piense tanto:
los pensamientos son gotas de agua
que van hidratando el suelo de la memoria,
pero las plantas también mueren
si las riegas en exceso.
Quisiera mudarme de esta mente maceta
que cada vez se llena más de tierra
hasta llegar a ser irrespirable
y que me planten en una
donde el clima no sea tan hostil.
Ser el almendro feliz de las infancias
en lugar del melancólico sauce llorón.
Dejar de indagar en mis hojas
por qué me estoy marchitando
y comenzar a buscar respuestas
en mis raíces.
Dimito.
No quiero habitar más
dentro de estas paredes del recuerdo,
yo siempre he sido
una planta de exterior.
Quiero ser el árbol
que dé sombra en agosto,
inundar el mundo de oxígeno,
pero sin olvidar jamás
mis propios pulmones.
Eso quiero:
ser al mismo tiempo
el árbol que ofrece su sombra
y la caminante que se refugia en ella.
Nunca podré trasplantarme
y crecer en un clima cálido,
pero puedo ser la causante
de mi propio cambio climático.
Nunca lograré cambiar mis raíces,
pero puedo elegir qué vientos
mueven mis ramas.
Puede que así encuentre el equilibrio
entre dejarme morir de sed
y dejarme morir de lluvia.
Julia Viciana