Generación Z y otras reflexiones sobre nuestro siglo

Nos llaman la generación Z, los «postmillennials» o los «centennials». Somos todos aquellos jóvenes nacidos de 1995 en adelante, los sucesores de los famosos millennials o generación Y. Hemos nacido en plena era digital, en un mundo de redes sociales, filtros de perrito y corazones, memes y postureo 24h/7. Dicen de nosotros que somos autodidactas, que pasamos más de tres horas al día conectados al ordenador, que no podemos vivir sin móvil, que en nosotros recae la salvación del medioambiente, que somos emprendedores y ahorradores, que realizamos online la mayoría de nuestras compras, que nos cuesta concentrarnos en algo durante mucho tiempo, que buscamos trabajos sin lugar ni horario, que somos expertos del multitasking, que nos mueven las ganas de crear, que somos mucho más abiertos sexual y políticamente que las anteriores generaciones… Dicen tantas cosas que llega a ser abrumador. Tratan de definirnos y de conocernos cuando a menudo no nos conocemos ni nosotros mismos.

Vivimos en un mundo en el que no hace falta que salgamos de casa. Si tienes hambre, puedes pedir comida por una app y algún repartidor explotado de Uber Eats, Deliveroo o Glovo llegará a la puerta de tu casa en menos de 20 minutos. Ya ni salimos a comprar ibuprofeno. Si quieres estrellarte contra un colchón del que saldrás huyendo a la mañana siguiente, siempre puedes recurrir a Tinder: desliza a la izquierda si esa persona no te gusta, no es lo suficientemente guapa para ti, vete saltando de una a otra como en una exposición de ganado hasta que encuentres el pedazo de carne perfecto al que hincarle el diente, ese delicioso bocado de comida rápida que engullirás en una sola noche porque a ti eso del amor te produce indigestión. Bum, match. Y luego bum, bum, ciao. Para ver pelis o series tienes Netflix, para cualquier objeto que crees que necesitas, Amazon. Si quieres renovar tu armario, hay miles de apps de ropa a un clic de distancia. Y para todo lo demás, MasterCard.

Se ha puesto de moda entre los millennials y la generación Z llenar nuestras casas de plantas, crear un hogar instagrameable, comprarse cactus para luego subirlos a Instagram con una frase profunda y un filtro vintage, decorar nuestros pisos como si viviéramos en Pinterest. Resulta, cuando menos, divertido. Regamos y cuidamos esas plantas y, mientras tanto, dejamos muchas relaciones en sequía y se nos olvida cuidarnos a nosotros mismos. Se nos secó el amor de no regarlo.

Bienvenidos al siglo XXI.

Donde nos da más pánico perder el móvil que perder las ganas o los valores. Donde una pizza humeante llega a tu casa antes que la ambulancia. Donde la tristeza y la realidad no dan likes en las redes sociales. Donde tener sexo es más sencillo que nunca, pero quienes nos enamoramos parecemos seres en peligro de extinción. Donde hacemos famosa a la gente estúpida y dejamos que muchos influencers vacíos tengan influencia en nuestras vidas. Donde cada vez leemos menos y fingimos más. Donde pretendemos salvar el mundo volcando toda nuestra ira en Twitter.

Siglo XXI, donde pensamos que las injusticias se solucionan con un retuit o un hashtag. Donde la gente se hace famosa en TikTok por compartir vídeos mostrando su cara bonita. Donde nos fijamos más en la marca de ropa que lleva alguien sobre la piel que en todo lo que brilla bajo ella. Donde tener mucho dinero está mejor visto que tener relaciones sanas con los demás. Donde tomamos como referencia modelos de vida que no son reales.

Siglo XXI, donde, cuando parece que tenemos mayor apertura mental, resurgen grupos de neonazis, terroristas, defensores del franquismo, fachas, racistas, gente que odia y discrimina al colectivo LGTBQ… Apertura mental, dicen. Y a mí, con asomarme tan solo un poco a esas mentes tan cerradas, me da claustrofobia.

Siglo XXI, donde en el mismo año en España mueren 52 mujeres por violencia de género y más de 3,6 millones de personas votan a un partido de ultraderecha que pretende eliminar las leyes que las protegen. Donde parece que muchos no han conocido jamás las palabras empatía, compasión, solidaridad, humanidad, respeto o altruismo.

Siglo XXI, donde a veces parece que en lugar de estar en 2019 hemos retrocedido ochenta años democráticamente.

En fin, ojalá sea cierto eso de que nosotros, la generación Z, vamos a cambiar esta situación. Porque no todo es tan catastrófico como lo he pintado en estos párrafos. En este siglo hemos avanzado en materia de feminismo, se han creado movimientos sostenibles como el minimalismo o el zerowaste, han surgido nuevas y valiosas profesiones digitales, cada vez más gente es vegetariana o vegana, se están descubriendo curas a enfermedades que eran incurables, nos hemos convertido en una sociedad movilizada e implicada…

No todo es blanco o negro. Afortunadamente, existen personas que se atreven a descubrir toda la gama cromática, todas las tonalidades y matices. Personas amarillas, como las describiría Albert Espinosa. Existen Emma Watson, Malala Yousafzai, Greta Thunberg, Manuela Carmena, Beyoncé, Lady Gaga, Jordi Évole, Angela Davis, Fernando Aramburu, Benjamín Prado, DiCaprio, Elvira Sastre, Buenafuente, Jorge Drexler, Belén Cuesta, Berto, Blanca Suárez, los Javis, Álex García, Concha Velasco, Álvaro Morte, Will Smith, Alba Flores, Michelle Obama, Jennifer López, Angelina Jolie, Rihanna, Ellen DeGeneres, Ricky Rubio, los Gasol, Lebron, Kobe, Amaya Valdemoro, Alba Torrens, J.K. Rowling, Coldplay, Emma Stone, Andrés Suárez…

Supongo que aún hay esperanza.

No está todo perdido, ¿no creen?


Julia Viciana

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Escrito por

Julia. Canarias, 25 febreros. Graduada en Estudios Francófonos Aplicados. Soy una mortal más que intenta descifrarse a través de las palabras y que escribe para saber lo que siente.

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