«Para amar se necesita coraje. Yo sí me atrevo. Mira. Helsi. Te quiero, te quiero tanto… que tendría una familia contigo. ¿Lo ves? Esto es valor. Lo siento y lo digo. Y eso… tú no lo has sabido hacer. Porque llevas, ¿cuánto? ¿diez años, enamorado de Berlín? Y no te has atrevido a abrir la boca. Ahora ya nada es posible. Está muerto. Y tú estás vacío.». – Nairobi (La Casa de Papel)
No pretendas amarme
encontrándome en algún punto
del blanco infinito
de nuestras páginas nunca escritas.
No quieras quedarte quieto
y que yo me deje los pulmones
corriendo
para llegar un día a respirar juntos
en la misma coordenada geográfica.
No finjas,
no te engañes
ni me engañes
diciendo que soy la Rose
de tu Titanic
mientras no haces nada
por evitar que el barco
se hunda.
Yo no soy tu Dulcinea,
tu nunca matarías
molinos por mí.
El amor es algo más.
El amor no está
en esos en línea,
escribiendo…,
silencio.
No está
en esos mensajes
con doble check azul
del Whatsapp
que ninguno sabe
cómo responder:
tus sentimientos han sido
ignorados con éxito,
la valentía
ha abandonado el chat.
No está en las buenas intenciones,
ni en las canciones enviadas
con letras que son indirectas
de lo que no somos capaces de decir.
Tampoco está en los versos
que subes a las stories
calculando meticulosamente
el daño que generarán
en la persona que quieres
que los lean.
Menos aún en la cuerda
que has ido formando
con todos tus nudos de garganta
de tanto tragar sentimientos,
ni en el cementerio de palabras
enterradas debajo de la lengua
cuando estaban a punto de salir,
ni en los «que era broma»
que sirven para dar un barniz de guasa
a la madera desnuda de la verdad.
Es cierto que somos jóvenes,
pero también lo es
que solo tenemos una vida
para sentir
y yo no soy una gata
que te esperará en las otras seis
hasta que te decidas.
Si me quieres,
dímelo.
Y además de decirlo,
demuéstramelo.
Sí, ya me sé
toda esa mierda de que es difícil
ser real en este mundo,
que te han hecho mucho daño
y ahora te asusta
besar a tumba abierta
sin saber si esos labios
estarán envenenados o llenos de vida.
¿Te crees que a mí
no me asusta amar?
¿Piensas que es fácil
arrancarse las inseguridades
como quien se arranca una tirita,
sin que duela?
Claro que duele,
claro que asusta.
Pero ser valiente
no es cuestión de no tener miedo,
sino de saber cómo gestionarlo.
Amar no significa pretender
ser inmunes a los estragos
que la otra persona nos pueda causar,
significa aceptar que puede haber riesgos
y entender que mayor riesgo es vivir
sin atreverse a amar de verdad.
Significa mostrar
nuestra vulnerabilidad
a los demás
y entender que mostrarla
es la única manera de
poder ser amados.
Ya lo dijo Nairobi:
para amar
se necesita coraje.
Y las palabras no dichas
son lo contrario
del coraje.
Las palabras nunca dichas
son las que después
formarán el epitafio
de un amor que murió
sin haber jamás nacido.
Julia Viciana