SÍNDROME DE STENDHAL «El síndrome de Stendhal (también denominado síndrome de Florencia o estrés del viajero) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar». (Wikipedia)
Como pasear en medio de la Piazza della Signoria,
adentrarse en los pasillos de la Galería Uffizi,
observar el David de Miguel Ángel
o ver el atardecer desde el Piazzale Michelangelo.
Hay tanta belleza
que tus ojos no saben
cómo asimilarla.
Parece que te van a explotar las córneas,
tus retinas buscan sin éxito
en su archivo de imágenes un paisaje similar
y tus pupilas se dilatan como si estuvieses
bajo el efecto de las drogas,
pero es que no hay droga
más adictiva que el arte.
La belleza
siempre da vértigo.
Manos sudorosas,
dedos que son el epicentro
de un seísmo,
corazón a mil,
aturdimiento.
Yo no sé qué me pasa
a mí contigo,
será que desprendes arte
por cada una de las esquinas
de tu alma poliédrica,
pero cuando te contemplo
a menos de diez centímetros
soy toda desvanecimiento.
«Me latía el corazón,
la vida estaba agotada en mí,
andaba con miedo a caerme»
podrían ser palabras del libro
de Stendhal
o mi testimonio
tras conocerte aquella noche
en aquella extraña situación.
Me invadió el temor
al hablarte,
pero menos mal
que lo hice.
Ahora,
un año y medio después,
sigue dándome vértigo
esto de coger cada vez más altura.
Lo siento,
es lo que tiene enamorarse
de alguien como yo,
que vivió mucho tiempo
acostumbrada a la caída.
Jamás he tenido
tantas ganas y vértigo
al mismo tiempo,
pero esa mezcla explosiva
es lo que convierte este juego
en adictivo.
No frenes ahora.
Porque no pienso bajarme
de tu montaña rusa.
Julia Viciana