BALTER (v.) to dance artlessly, without particular grace or joy but usually with enjoyment
Te vi bailar a lo lejos,
en aquella esquina de aquel garito
de aquella ciudad por descubrir.
Bailabas una canción reguetonera de Fonsi
como si estuviera sonando un blues,
pero disfrutabas tanto de cada nota
que quise prestarles a tus dedos mi cintura
y bailar contigo un tango apasionado
hasta que la luna tuviese tanta resaca
que le dejara el relevo al sol.
Bailabas como si nunca
te hubieran roto el corazón,
como si hubieses entrado en ese universo
que está al otro lado del miedo.
Me quedé un rato parada al lado
de la puerta de entrada,
observándote.
Cerrabas los ojos
como si estuvieses muy lejos de todo aquello,
como si encerraras tras tus párpados
un país lleno de maravillas
y yo quise ser Alicia
y descubrirlas todas.
Me acerqué un poco.
Estabas tan inmerso en la música
que no te importaba nada más:
eras el carpe diem en carne y hueso.
Eras aquí, ahora.
No te habías fijado en la cerveza
que le habían tirado por encima a la chica de al lado,
en el chaval que desplegaba toda su palabrería cutre
para ligarse a la camarera del pub,
en la pareja Erasmus que se besaba junto al baño,
en el grupito que pedía canciones al DJ,
en las conversaciones paralelas
ni en todas esas personas que entraban huyendo de la calle
porque el frío era insoportable.
Si el mundo se hubiera acabado aquella noche,
el fin te habría pillado danzando
y nadie, jamás, te podría quitar lo bailado.
Si yo te hubiese hecho señales de fuego con los ojos,
no habrías notado mi presencia
porque llevabas un incendio por dentro
y sospechaba que solo el amanecer
sería capaz de apagarlo.
Te saludé y te saqué del trance,
pero entonces estiraste tu mano,
bailamos
y nuestras arritmias se entrelazaron
formando el baile más hermoso
y descompasado que Grenoble presenció aquella noche.
Y qué más da, amor.
Que nos quiten
lo bailado…
Miss Poessía