Yo te tenía en un pedestal. Creí que eras brutalmente sincero, irresistiblemente divertido. Pensé que eras un tipo de fiar solamente porque escribías poesía, pero en realidad eras un jodido ególatra que se sentía bohemio y atractivo con una mano aferrada a un vaso de cerveza y la otra rodeando la cintura de cualquier chica que pasaba.
Afortunadamente, una noche me bastó para darme cuenta de quién eras. Y entendí que te habías creado un personaje tan admirable de puertas para fuera porque, cuando mirabas hacia dentro de tu piel, tu persona daba pena. Empezamos la noche hablando en una esquina de aquel garito y yo aún tenía altas expectativas sobre ti. Pero, cuando acabó el concierto, las expectativas habían dado paso a la realidad y me pregunté qué carajo estaba haciendo una chica como yo en un lugar como ese acompañando a un chico como tú. ¿Cómo ibas a ser capaz de querer a alguien, si tu ego lo llenaba todo y no cabía ni un ápice de amor en tu cuerpo?
Unos pocos besos me bastaron para comprobar que el mundo de algodón de azúcar te servía para disfrazar la amargura que tenían tus labios al besar. Que no había nada de verdad en ti, ni en las frases que soltabas por la boca ni en las que escribías en el papel.
No sé qué vi en ti, tal vez esa promesa desgastada que usabas con todas como anzuelo. Puede que en un primer momento me sintiese atraída por ti, pero una promesa no basta para que alguien se quede en tu vida si toda esa palabrería barata que usas como carta de presentación puede borrarse con tanta facilidad. No lo sé, tal vez estuvieras acostumbrado a que las personas miraran tu fachada y nunca llegaran a entrar del todo, pero yo soy de esas que piensan que lo mejor está siempre dentro. Lamentablemente, tú eras como una horrenda camisa reversible a la que es imposible encontrar belleza por cualquiera de los lados.
Aun así, pensé que tal vez podía haber algo más en ti, que si me sumergía un poco podría encontrar un bello fondo bajo toda esa agua sucia. Pensé que debía darte la oportunidad de tener una charla a solas, lejos del ruido del concierto y en un lugar en el que no pudieses refugiarte en los focos, en la música o en el alcohol. Para que pudieses mostrarte sin ningún artificio. Así que llegamos a tu edificio y seguimos hablando.
Fue cuando empezaste a esquivar mis preguntas y a lanzarme tus manos, cuando en vez de seguir con la conversación empezaste a deslizar tus dedos impacientes desde mi ombligo hacia el sur buscando bajo mis vaqueros, cuando lo entendí: no habías hecho ningún esfuerzo por dejarte conocer porque no querías que yo te conociera, no habías intentado conocerme porque lo único que querías compartir conmigo era la cama. Querías que fuese otra de esas chicas que se dejaban llevar con palabra fácil, otra conquista con la que fardar con tus amigos al día siguiente.
Menos mal que fue sencillo encontrar a tu persona bajo el personaje, menos mal que no te seguí el juego. Game over. Jamás me había alegrado tanto de cerrar una puerta como cuando me fui corriendo de tu piso.
La verdad es que, cuando pasaste de estar en un pedestal a estar en el suelo, entendí que ni siquiera merecía la pena sentir rencor hacia alguien como tú. Porque pasaste por mi vida sin aportar absolutamente nada, así que lo único que guardo de ti y de tu recuerdo es un puñado de indiferencia.
Que te vaya bonito. Espero que algún día llegues a ser tan feliz como aparentas.
Miss Poessía
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons
👏👏⚘
Me gustaMe gusta
¡Muchísimas gracias! ❤ ❤
Me gustaMe gusta