Este 9 de febrero fue mi cumpleaños y me han caído ya veintidós castañas, así que quería compartir unas cuantas cosas que he aprendido durante estas más de dos décadas. Siempre me gusta, el día de mi cumpleaños, hacer balance y pensar en lo que he sido, en lo que soy y en lo que quiero ser. Pensar, también, en lo que no quiero llegar a ser nunca. Así que aquí van algunas de las cosas que he aprendido en estos veintidós inviernos:
- Nunca vas a encontrar la paz en otras coordenadas si aquello de lo que huyes viaja contigo bajo la piel: a menudo he querido huir, he pensando que coger un avión y dejar atrás mi isla iba a alejarme de mis problemas y ayudarme a empezar un nuevo camino. Lo que no tuve en cuenta es que lo que me estaba haciendo daño viajaba dentro de mí, así que siempre llevaba ese dolor como equipaje de mano. Sin embargo, cuando fui capaz de aprender de todo aquello, me di cuenta de que podía ser feliz en todas partes.
- No hay dolor más profundo que el que se siente cuando le has hecho daño a la persona que más quieres: esa típica frase de que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes es totalmente cierta. Yo tuve que estar a punto de perder a una persona maravillosa para darme cuenta de cuánto la amaba. Así es el ser humano: al final, nuestros mejores maestros son los errores. Lo peor de todo es que, cuando le rompes el corazón a alguien a quien verdaderamente amas, el tuyo también se acaba rompiendo. Porque, cuando quieres a alguien, serás feliz si ese alguien lo es. Y, si no lo es, ese sufrimiento también pasará a formar parte de ti. Eso es lo que más jode: no saber hacer feliz a quien más quieres, ser la causa de su dolor en lugar del motivo de su felicidad.
- Nunca hagas caso a las primeras impresiones: muchas veces, aquellas personas que de primeras parecen cerradas y oscuras acaban siendo los mejores amigos si te atreves a conocerlos sin prejuicios ni barreras y escarbas un poco bajo la superficie. Del mismo modo, los falsos amigos que te sonríen y te abrazan pueden ser los mismos que luego te apuñalen por la espalda.
- Viaja, es la mejor manera de conocerse a una misma: viaja, por favor, hazlo siempre que te sea posible. El dinero se recupera, pero el tiempo no. Y, cuando te quieras dar cuenta, ya habrán pasado los mejores años de tu vida y no los habrás aprovechado. Así que viaja para conocer otras culturas, para cambiar tus puntos de vista, para verlo todo desde otra perspectiva, para mirarte desde los ojos del otro y descubrir versiones de ti misma que no conocías. Viajar es la mejor manera de crecer, de que la vida no se nos escape. Al fin y al cabo, las mejores cosas de la vida no son cosas. Lo único que poseeremos al final de nuestra vida será lo que hemos vivido. Las cosas materiales que hayamos acumulado no servirán de nada, se irán con nosotros, pero los recuerdos siempre quedarán. Y la mejor herencia que podemos dejar a quienes queremos son recuerdos de momentos bonitos.
- El momento en el que pierdes el miedo es el momento en el que empiezas a disfrutar de la vida: ¿cuántas cosas, a lo largo de nuestra vida, hemos dejado de hacer por miedo? Ese beso que no nos atrevemos a dar, esas palabras que se quedan en nuestra garganta formando un nudo, ese viaje que no nos atrevemos a hacer, ese proyecto que rechazamos por miedo a fracasar… Debemos usar ese miedo como señal de que estamos en el buen camino, como motor, en lugar de como freno. Ya lo dijo Luis Ramiro: «Si tienes miedo a intentarlo es porque lo estás deseando. El miedo te indica, claramente, que debes hacerlo».
- Elimina a las personas tóxicas de tu vida: hay personas que, para hacer más dulce su vida, necesitan amargar continuamente la de los demás. Ese tipo de personas falsas que fingen estar unidas a tu vida por amistad, pero que desaparecen en cuanto ya no les queda nada más que sacarte. Porque te lo sacan todo: te quitan oxígeno porque sus pulmones débiles no saben respirar por sí mismos, te arrebatan la energía porque con la suya no les basta para seguir adelante, intentan robarte los sueños porque los suyos le saben a poco, tratan de ponerte en tu camino las piedras que no son capaces de apartar del suyo. A esas personas, puerta. Desde que las identifiques, elimínalas de tu vida porque jamás te traerán nada bueno. Y, en cuanto lo hagas, te darás cuenta de lo bien que se respira cuando el resto no contamina tu aire.
- A veces, el camino equivocado te puede llevar al lugar adecuado: esta frase la descubrí gracias a una buena amiga que conocí en mi primer año de carrera. Yo acababa de cambiarme de estudios porque lo que estaba haciendo no me gustaba y, al cambiarme, la conocí. Además, la nueva carrera sí que me motivaba. Entonces, me di cuenta de que a veces los errores que cometemos pueden llevarnos a un lugar mejor. A menudo, lo que pensamos que son fracasos acaban siendo los mayores aciertos de nuestra vida.
- El tiempo que dediques a tu familia y a tus amigos siempre será tiempo bien empleado: en este mundo de estrés y de prisas, muchas veces damos prioridad a lo urgente y olvidamos lo importante. Tenemos que hacer el próximo trabajo, estudiar para el próximo examen, entregar el próximo informe… Sin embargo, a veces nos quedamos sin próximas veces que compartir con nuestros seres queridos porque ya es demasiado tarde. Entonces nos importa una mierda ese trabajo, ese examen o ese informe. Pero nadie puede devolvernos el tiempo perdido. Así que debemos aprender a pasar tiempo con quienes nos dan vida y nos llenan el pecho de alegría.
- No pierdas tu presente pensando en un pasado que ya no tiene futuro: he pasado mucho tiempo pensando en lo que hice, rumiando en mi pasado hasta formar una bola de culpa que nunca conseguía tragar, lamentando haber hecho daño o no haber actuado de otra manera. Sin embargo, me he dado cuenta con los años de que nadie puede devolvernos el pasado y de que no merece la pena pensar en él, porque ni se puede cambiar ni tiene futuro. No existe. El único momento que existe y sobre el que tenemos control es el presente, así que es a él al que debemos dedicar nuestros esfuerzos y nuestra atención.
- Diferencia a los amigos de verdad de aquellas personas que solo están en tu vida por interés: durante nuestra vida conoceremos a muchas personas, pero solo unas pocas merecerán ser consideradas amigas. Los amigos son como los libros: rodéate de los mejores, de aquellos que realmente merezcan la pena y te aporten algo. Ten solo a aquellos a los que puedas llamar amigos sin sentir que estás ensuciando la palabra amistad.
- No tengas miedo a equivocarte: he conocido a personas que están en carreras que no les gustan porque tienen miedo a cambiar y que les vaya peor; gente que empieza un curso y sigue en él, aunque sepa que no es lo suyo, porque como ya lo empezó… No hay que tener miedo a equivocarse, a coger un camino y luego rectificar porque nos demos cuenta de que ese camino era el que menos querían recorrer nuestros pies. Dar un paso atrás no es un signo de fracaso, sino de crecimiento.
- Irte a vivir sola a un lugar lejano en el que se hable otro idioma es la mejor manera de crecer a todos los niveles: cuando me fui de Erasmus a Grenoble, descubrí que pasar una buena temporada en un país distinto a ese en el que había nacido, en el que se hablaba otro idioma, fue lo mejor que pude hacer. Alejarnos de nuestras raíces puede ayudarnos a apreciar mejor lo que tenemos, a querernos más y mejor, a abrirnos al mundo sin ningún tipo de miedo. Y, cuando no tememos atrevernos a conocer a los demás y dejamos que nos pasen cosas, es entonces cuando sucede la magia.
- Las personas que tienen más grietas son también, muchas veces, las que más luz transmiten: decía Leonard Cohen que «hay una grieta en todo; solo así entra la luz». Lo mismo sucede con las personas: muchas veces, las que más rotas parece que están, son las que más bonitas son por dentro y las que más luz y alegría pueden darnos. Atrévete a conocer a ese tipo de personas, te enseñarán que a veces es de la oscuridad de donde nace el brillo más intenso y hermoso.
- No te arrepientas de lo que has hecho: lo que hemos hecho, ya está hecho. No sirve de nada lamentarse ni arrepentirse, eso no nos permitirá cambiarlo. Es mejor dedicar esa energía a otras cosas.
- Aprende que, si te sientes a gusto en tu piel, te sentirás en casa en cualquier parte del mundo: hay momentos en los que es difícil aceptarse, estar a gusto con una misma. Pero, cuando conseguimos amarnos como somos, nos damos cuenta de que nuestro hogar siempre ha estado debajo de nuestra piel. Y, si conseguimos eso, podremos sentirnos a gusto en cualquier recoveco de este inmenso y loco mundo.
- Nunca te guardes dentro las palabras que ansían salir de tu boca: lo que no decimos se convierte en estrés, en tristeza, en insomnio, en malestar, en rabia, en irritación… Se convierte en cualquier cosa, menos en felicidad. Las palabras que nos guardamos se transforman en sal en los ojos, en presión en el pecho, en nudos de garganta. Nos hacen esclavos de ellas, nos someten. En cambio, cuando las soltamos y decimos lo que sentimos, esas palabras acaban liberándonos. Nunca te quedes con palabras que decir.
- Dedicarte tiempo a ti misma no es ser egoísta: en ocasiones cometemos el error de pensar que pasar más tiempo a solas es egoísta, que debemos atender primero a los demás. Tenemos que entender que dedicarnos tiempo es el mayor acto de amor propio y a veces es muy necesario: al fin y al cabo, somos la única persona con la que pasaremos el resto de nuestra vida.
- Ahora es el momento de hacer todas esas locuras que les contarás más tarde a tus nietos: ¿qué mejor momento para volverse locos y hacer estupideces que la juventud? Cuando somos jóvenes, estamos llenos de energía y de pasión, corre por nuestras venas una fuerza que se irá debilitando con los años. Así que es ahora cuando debemos arriesgarnos, vivir con intensidad. Lo que nos parece una locura puede acabar siendo un precioso recuerdo que contaremos a nuestros nietos con orgullo.
- Si no le dices a alguien lo que sientes por él, le estás quitando una parte de sí mismo que le pertenece: ojalá todos dijéramos más a menudo al otro lo que pensamos sobre su personalidad. A menudo, esa persona necesita nuestra mirada para verse mejor a sí misma.
- No hay nada más complicado que perdonarse a una misma: siempre he pensado que es muy sencillo perdonarse cuando el perdón viene de alguien externo: el católico que se confiesa ante un sacerdote parte tranquilo de la iglesia (aunque haya hecho verdaderas barbaridades) y el que es perdonado por alguien puede sentirse en paz. Sin embargo, qué difícil es perdonarse a una misma. Perdonarse implica aceptar lo que hemos sido y seguir adelante con la intención de no volverlo a ser. Por eso, aunque no sea fácil, debemos perdonarnos. Nadie puede ser feliz cuando la culpa y el arrepentimiento son sus compañeros de viaje.
- No discutas con quienes se creen en posesión de la verdad: no lo hagas, de verdad, es inútil. Hay quienes no escuchan ningún argumento ni tratan de informarse, simplemente tienen su opinión y van por la vida tratando de imponerla, sin dialogar con nadie. Con ese tipo de gente es mejor ni hablar, no merece la pena porque no te van a escuchar.
- Nunca es pronto: siempre nos dicen que nunca es tarde para hacer algo, pero no nos dicen que tampoco es pronto. A veces, dejamos la vida pasar pensando que vamos a empezar mañana, o el lunes, o la semana que viene. Y de esa manera, los sueños se caducan. Así que, si quieres hacer algo, empieza ya. Nunca eres demasiado joven para hacerlo. Go ahead!
Miss Poessía
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