Decía Gandhi que el amor

es todo aquello que dura el tiempo necesario

para que sea inolvidable.

 

Pero, ¿cómo es posible que sea inolvidable

un amor que jamás fue palpable?

 

Nuestro amor no llegó a ser

y aun así no logro olvidarlo

porque una vez pensé tanto en ti

que fuimos muchos amores a la vez.

 

Te imaginé siendo caminante

de todos mis infiernos de Dante,

viviendo en mi cabeza

sin miedo a que cada paso escueza,

hallando en mis labios la parte dulce de la vida

que nos hiciera olvidar las despedidas.

 

Te escribí en todos mis insomnios

y te hice el protagonista de mis cuentos

cuando aparecían mis demonios.

 

Fuiste durante una época un sol encendido

y yo girasol que se alzaba para verte brillar,

fuiste ese faro al otro lado del mar

que me hizo pensar que el viaje tendría sentido.

 

Pero el ancla del miedo pesaba más que las ganas

y ni tú ni yo nos atrevimos a abandonar la orilla.

 

El tiempo me ha enseñado que el miedo y el orgullo

son los villanos que arruinan los finales de perdices,

que, aunque dos personas puedan ser felices,

hay amores como flores que no pasan la fase del capullo.

 

Comprendí que ni tú ibas a cambiar Ítaca por mi isla

ni yo iba a ser una idiota Penélope que te esperara veinte años

y aunque siempre supe que nuestro amor no acabaría en daño

abandoné la carrera sin haber jamás pisado la casilla de salida.

 

Y es que a veces idealizamos a las personas,

no las vemos como son realmente

sino como las hemos dibujado en nuestra mente

porque es más fácil hacer de los demás un retrato perfecto

que quedarse y aprender a amar cada uno de sus defectos.

 

Me he quedado sin entender si de verdad eras ese verso

que le hacía falta al poema de mi vida

o si solamente fuiste una salida

para dejar atrás un pasado adverso.

 

¿Cómo saber lo que podría haber pasado

ahora que nuestros barcos ya han zarpado?

 

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Miss Poessía

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