Foto de la entrada: Dirty boots and messy hair
Siempre me habían dicho que la rutina mata la pasión de una pareja, que la convivencia cansa y hace que empecemos a ver la cara B de la otra persona, esos defectos que estaban escondidos bajo el maquillaje del enamoramiento. Me habían convencido de que estos meses compartiendo techo contigo me iban a hacer abrirle la puerta a la desilusión e invitarla a tomar un café conmigo. De que la convivencia es una prueba que nos revela hasta qué punto estamos enamorados.
Y sí, es una prueba, no voy a negarlo. Pero a mí esta rutina me resulta extremadamente adictiva y mi pasión, en lugar de ir muriendo, encuentra cada día nuevos lugares en los que revivir. Sí, puede ser que haya visto tu otra cara, esa cara B de la que hablan. Y me muero de ganas de conocer la C, la D y todo el resto del abecedario; pues tu alma es como un poliedro y tienes infinitos lados. Claro, por supuesto que he encontrado defectos en ti, pero he aprendido a amarlos porque esas imperfecciones te han convertido en la persona tan fascinante que eres. Desde que compartimos estos doce metros cuadrados de felicidad, le he abierto la puerta a la ilusión y cada día me siento más enamorada.
Sé que los gurús del desarrollo personal y las frases Mr Wonderful que bombardean las redes aconsejan siempre alejarse de la zona de confort, no amoldarse a una rutina. Pero es que tú te has convertido en mi rutina preferida y en lo último que pienso ahora es en alejarme, porque subirme a ese avión de vuelta es el camino que menos quieren recorrer mis pies.
Nadie sabe de empezar bien los días si no ha abierto sus ojos llenos de legañas y te ha encontrado bailando en calzoncillos una canción de Bob Marley. Y es que esos pequeños detalles, esos momentos que parecerían insignificantes, son los que al final hacen la diferencia cuando miramos atrás. Como cuando me robas la manta en mitad de la noche y yo tiro de ella y entonces, aún medio dormido, me abrazas contra tu pecho y me devuelves el calor. O como ver cómo te desesperas intentando explicarme conceptos básicos de programación.

Pasear por Grenoble al atardecer al lado del río. Que me presentes a tus amigos africanos y me enseñes palabras en árabe. Vivir en Chartres durante unas semanas y probar la comida sudanesa que cocina tu amigo. Bailar de madrugada y pasar noches sin dormir. Subir hasta lo alto de la montaña con nuestros amigos y tener conversaciones existenciales sobre nuestro futuro. Hacer rutas en bicicleta para descubrir nuevos lagos y acabar exhaustos de tanto pedalear bajo el sol de agosto. Que creemos nuestras propias bromas estúpidas y nos riamos de cosas que nadie más entiende porque no tienen un humor tan absurdo como el nuestro. Discutir sobre qué idioma hablarían nuestros hijos o qué nombre tendría nuestro perro. Echarte de menos cuando tienes que irte unos días a otra ciudad a hacer prácticas de conducir y pensar en cómo voy a hacer cuando tenga que volver a mi país y nos queme la distancia. Hacer planes sobre ir a esquiar en enero. Ir a nadar y que me digas cuando tomamos el sol que mis esfuerzos son inútiles, que nunca voy a ponerme tan morena como tú. Jugar al voleibol y al baloncesto con los amigos de la residencia, cocinar juntos y quedarnos hablando en la cocina hasta que el de seguridad viene a echarnos la bronca porque tiene que cerrarla. Empezar películas y no terminar de verlas jamás porque nuestros dedos inquietos tienen otros planes. Despertarme y quedarme viendo cómo duermes hasta que tú también te despiertas y que me soples en el ombligo como si fuera un bebé. Escuchar música cuando llueve tras la ventana de esta residencia que parece estar en el bosque. Vivir sin más preocupaciones que qué vamos a cocinar hoy o a quién le toca fregar los platos.
Para mí, la felicidad son esos pequeños detalles cotidianos. La felicidad no existe, solo existe ser feliz a cada momento. Y el hogar no siempre está en un lugar. A veces, el hogar es una persona.
Yo, desde que me abriste la puerta de tu locura, no quiero mudarme a ningún otro lado. Pero sé que tendré que hacerlo. La vida y sus malditas circunstancias…
Te has convertido en mi rutina preferida y no la cambiaría por nada. Lo único que te cambiaría, ahora mismo, es el domicilio.
Miss Poessía
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons
A mí me encanta convivir con mi novio (1 año y meses ya de convivencia) y me gusta la rutina de mi vida en general. Hago muchas cosas así q nunca me aburro. Qué sé yo. Es según cómo sea cada uno xD
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Hola, Julieta! Muchas gracias por este bonito comentario, me alegro de que te vaya bien con tu novio y de que estés contenta con la convivencia. En realidad, si se hacen cosas distintas siempre y no se pierde el espíritu de sorprender al otro, incluso la rutina puede ser emocionante. Coincido contigo, depende de la persona, pues también es cierto que hay quienes no están hechos para vivir en pareja…
Un abrazo, feliz fin de martes 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Me siento tan identificada! Hay que ver lo que le gusta a la gente intentar avinagrar la vida de los demás con premoniciones desastrosas. En mi opinión lo malo es la monotonía negativa, la rutina puede ser maravillosa… No sé, yo creo que quien lanza esos malos augurios a las personas enamoradas y felices es porque en realidad, ellos no han encontrado a esa persona que las haga sentir especiales y enamoradas de la vida en general.
Un abrazo grande.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Totalmente de acuerdo, creo que los que nos inundan con malos augurios y que nos pintan un futuro gris son en realidad personas que no han conocido a la persona adecuada. Porque, si lo hubieran hecho, se darían cuenta de que incluso una rutina repetida puede ser apasionante si la compartimos con ese alguien especial. Esto ha sonado muy Paulo Coelho jaja, pero creo que es cierto. Te agradezco las palabras que siempre dejas por aquí y el afecto con que me lees, de verdad.
Otro abrazo fuerte para ti ❤
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Julieta. Te he descubierto hoy y me gusta cómo escribes, de hecho me he suscrito para seguirte. Pero esta rutina de la que hablas en este texto no es a la que se refiere todo el mundo, ¡bendita rutina ésta que mencionas de una pareja que casi se acaba de conocer, y además tremendamente jóvenes! La rutina destructiva es la de una convivencia de bastantes años, y si le sumas niños, trabajos, falta de tiempo, fin del enamoramiento «químico» (a los 3 ó 4 años)… no se trata de lo mismo. Cuando te llegue sabrás que estás en ella.
Echo de menos en las publicaciones de tu blog la fecha de las mismas, ya que escribes sobre ti sería mucho más fácil seguir tu historia a través de ellas.
Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Hola!
Muchísimas gracias por este comentario, de verdad. Estoy de acuerdo contigo en que no hablamos de la misma rutina, obviamente solo he vivido unos meses con mi pareja y no me puedo hacer una idea aún de lo que se siente cuando ese enamoramiento «químico» del que hablas se acaba. Sin embargo, sí que creo que, aunque la fase del enamoramiento termine, se puede vivir muchos años con una persona sin perder ese amor y esa pasión. Creo que vivimos en una época en la que hemos perdido en cierta medida la capacidad de amar a fuego lento y vamos buscando relaciones rápidas, amores en los que no implicarnos demasiado. Pero pienso que aún existen amores largos, a la antigua.
Respecto a lo de las fechas, me parece una buenísima idea y te agradezco de corazón que me lo hayas propuesto, pensaba que ya salía por defecto en el tema del blog, pero he visto que no. Gracias por ayudarme a mejorar con esta propuesta.
Te doy la bienvenida a este rinconcito y espero que te sientas como en casa, es un placer tenerte por aquí.
Un abrazo.
Me gustaMe gusta