Foto de la entrada: John Schnobrich (Unsplash)

Yo no me fui porque te dejara de querer.

Te quise desde lo más profundo
de mis entrañas,
con una intensidad
que nunca antes había conocido.

Te quise con toda la verdad que llevo dentro
y te amé como debería amarme
a mí misma.

Quizá aún lo siga haciendo…

Me fui porque me resultaba insoportable
aceptar la idea
de que tu risa meliflua,
tu mirada inefable
y tu belleza inmarcesible
estuviesen a más de cuatro mil
kilómetros de distancia.

Me fui porque llegaba la primavera
y comprendí que la única manera
de hacer salir los inviernos
que llevaba por dentro
era ir curando poco a poco
el síndrome de abstinencia
que me había causado tu piel
de verano.

Porque me di cuenta
de que te quería tanto
que podía dejarte ir.

Y aunque ya no estemos juntos,
siempre lo estaremos
en cierta medida.

Porque aunque no hayas sido
el primero con el que he estado,
sí has sido el primero al que he amado.
Y eso jamás se olvida.

Teñiste de eternidad
nueve meses efímeros.

Nueve meses que hicieron nacer
una nueva versión de mí misma
que me encantó.

Gracias por eso, amor.

Por traerme un trozo de infinito.

Por haber sido sempiterno.

 

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Miss Poessía

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