Foto de la entrada: Ryan Moreno (Unsplash)

Queda una carpeta de fotos del móvil
que pone a prueba mis fuerzas.
Mi corazón no está hecho
a prueba de esas fotos,
esas en las que salimos sonrientes
y protagonizando el verano,
con ese brillo en la mirada
del que sabe que las penas
eran actrices secundarias
en nuestra hermosa historia
de película americana.

Quedan unas cuantas canciones
que debería añadir
a una lista de reproducción llamada:
«Canciones con poder
de destrucción masiva».
No sabes, amor, lo que les cuesta
a mis caderas acostumbrarse
a la soledad de no sentir tus manos
mientras suenan esos acordes.

Queda la dedicatoria
que me escribiste en aquel recital de poesía,
esa letra tuya que me mira
desde el estante cada día
y que soy incapaz de tirar.

Queda un bombardeo de recuerdos
dentro de mi cabeza
que lo está dejando todo desolado.

Queda la tristeza que produce rendirse
justo cuando comienza la primavera
y unas manos acostumbradas al invierno
que no saben cómo calentarse
en estas coordenadas.

Queda un arrebato de ganas
de enviarte todos los poemas que te escribí
y un puñado de dudas
que poco a poco va ganando
al pellizco de cordura que me queda.

Queda en mis labios la nostalgia de tus besos
y en el paladar el regusto amargo
de la despedida
que más me ha costado asumir.

Queda la tristeza de pensar
en lo que podríamos haber sido tú y yo
si hubiéramos sido tú y yo en el momento adecuado
y la felicidad de saber que solo habrá cariño y belleza
cada vez que pasee por nuestros recuerdos.

Queda este poema cutre
que jamás estará a la altura
de estos casi nueve meses,
pero que siempre me ayudará
a recordar que este paraíso fue real.

Eres la primera persona
por la que he llorado de alegría,
la única que ha sabido dónde tocar
para despertar la música y la risa.

Y por eso siempre serás sempiterno.

Eres mi primer amor
sin grietas
y eso, amor…

 

Eso siempre quedará.

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Miss Poessía

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