Sobre ciudades y personas

Foto de la entrada: Brooke Cagle (Unsplash)

Cuando llegamos a una ciudad por primera vez, todo resulta sorprendente. Nos enamoramos de cada esquina, de la forma que dibujan los árboles en el parque, de los edificios. Nos fascina el ritmo de la gente, el color apasionado de las flores, la melifluidad que desprenden las palabras en otro idioma. Amamos en seguida el cambio de las estaciones y la sorpresa que aguarda tras cada una de ellas, los olores de la calle, la cultura, lo bien que saben los nuevos aires en unos pulmones que se habían acostumbrado al mismo oxígeno de siempre.

Lo mismo ocurre con el amor. Conocemos a una persona y todo nos sorprende. Nos enamoramos de cada recoveco del paisaje de su cuerpo, de la forma que dibuja su silueta, de sus curvas adictivas que nos convierten en conductores suicidas queriendo recorrer la inclinación de su espalda sin frenar en el camino. Amamos de pronto y sin poder evitarlo cada una de sus cicatrices y la historia que se esconde tras ellas, el olor de su piel sin perfume, lo deliciosa que sabe la vida cuando alguien viene a besarte tanto que borra de tu paladar todo amargor del pasado.

Pero un día, algo cambia.

Ya no te sorprende esa ciudad. Las esquinas te parecen demasiado familiares, los árboles se convierten en un paisaje repetitivo al que no prestas atención, los edificios te agobian. El ritmo de la gente te cansa porque ahora compartes con ellos la prisa, todo se vuelve rutina y ahí donde veías colores vivos, ahora solo ves tonos desteñidos. Te irrita el polen de la primavera, el calor del verano, las lluvias del otoño y el frío intenso del invierno. Te repugna el olor de la calle, empiezas a hartarte de esa cultura, el oxígeno vuelve a estancarse en tus pulmones.

Lo mismo pasa con esa persona. Esa persona que no dejaba de sorprenderte y por la que eras capaz de hacer cualquier cosa ya no te llena del mismo modo. Su cuerpo es para ti un paisaje que ya no te seduce de la misma manera, ya no arden en tus manos las ansias de recorrer sus curvas sin freno. Olvidas la historia que hay detrás de cada cicatriz y ya no te esmeras en besarlas cada noche, dejas de percibir ese olor que antes te hacía una drogadicta queriendo esnifar cada poro de su piel hasta llegar a la sobredosis, el hambre voraz por sus labios ha disminuido.

Y te empeñas en culpar a esa ciudad o a esa persona por no sentir lo mismo, empiezas a odiar todos los pasos que te llevaron a esas coordenadas o a esa boca. Pero quizá lo que ocurre es que eres tú la que has cambiado.

 

Tal vez te esfuerzas en odiarlos porque no tienes el valor de admitir que a quien realmente odias es a ti misma.

 


 

Miss Poessía

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Escrito por

Julia. Canarias, 25 febreros. Graduada en Estudios Francófonos Aplicados. Soy una mortal más que intenta descifrarse a través de las palabras y que escribe para saber lo que siente.

7 comentarios sobre “Sobre ciudades y personas

  1. Muchas gracias, Annie. Por desgracia sí, son cosas que pasan. El tiempo suele desteñir la intensidad de la pasión, en muchos ámbitos. Te agradezco mucho que pases siempre por aquí y comentes, eres un encanto…
    ¡Un abrazo! ♥

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  2. Estoy totalmente de acuerdo, nunca se llega a conocer del todo una ciudad ni una persona y siempre habrá pequeños detalles nuevos que nos enamoran cada día. Esa es la actitud, intentar no rendirse a la rutina y encontrar siempre belleza nueva. Como dices, siempre hay sorpresas.
    Muchísimas gracias por tomarte el tiempo de leerme y por dejar un comentario tan bonito.
    ¡Un abrazo! ♥

    Le gusta a 1 persona

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