Foto de la entrada: Samuel Zeller (Unsplash)
Las matemáticas definen algo aleatorio como lo que tiene cierta posibilidad de suceder. Pero, ¿cómo explican los matemáticos la serendipia de habernos conocido? ¿Cómo se mide la probabilidad de encontrarte aquel día, tras 20 años esperándote?
Un ángulo es la figura formada por dos elementos unidos por un extremo. Pero, ¿saben las matemáticas desde qué ángulo se pueden disfrutar de las mejores vistas al paisaje infinito de tu mirada?
¿Saben acaso cuál es la coordenada exacta de tu piel en la que hay que tocarte para que roces el descontrol, o cuántos centímetros al norte de tu abdomen es el punto indicado para dejarte un reguero de besos?
¿Conoce la ciencia la dimensión de lo que siento, puede medir este sentimiento desmesurado?
¿O cuántos grados alcanza mi alma en el incendio que supone pensarte?
No. Nada saben las ciencias ni las matemáticas sobre ti. Es inútil intentar poner límites al infinito que formas cuando te tumbas a mi lado, tratar de abarcar y explicar empíricamente todo lo que se me remueve por dentro cuando te veo aparecer. Es absurdo poner fronteras al arte. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que eres. Puro arte.
No me interesan los círculos ni las circunferencias, necesito seguir aferrándome a la fortuna que supone verte a la vuelta de cualquier esquina.
Nada sabe la ciencia de la felicidad que provoca toparse de golpe y de frente con un alma poliédrica, de esas que cada día muestran un lado distinto y te dejan en la eterna duda de no saber qué lado elegir. Y es que, amor, elegir una sola parte de ti es como quedarse con un solo país pudiendo recorrer el mundo de polo a polo.
Nada sabe de la belleza de tus miradas oblicuas, de la adicción que tengo a tus curvas, de lo tentadoras que son las líneas rectas cuando unen mis labios con los tuyos.
Tampoco sabe que he dejado de buscar soluciones a los problemas, porque cuando te nace una sonrisa traviesa en la cara, mueren los problemas. Contigo no hay ecuaciones imposibles, me besas y despejas de un golpe todas mis incógnitas.
Si se trata de ti, nunca hay certezas.
No hay fenómeno más insólito y hermoso que el de verte despertar con el sol enredado en las pestañas. Tu aparición estelar en mi vida era algo tan improbable como que un meteorito caiga en la Tierra o como que me toque la lotería. Eras una probabilidad matemática de cero. Y, a pesar de todo, ocurriste. Con la misma fuerza y con las mismas consecuencias que un meteorito. Me tocaste tú y nunca he sido más rica, que le den a la lotería.
No hay porcentajes que reflejen lo mucho que quema el frío cuando tú estás lejos, ni lo inmensos que resultan catorce metros cuadrados cuando tú no los habitas y todas las paredes se tiñen de soledad. Giordano hablaba sobre la soledad de los números primos, pero estoy segura de que, si esos números tuvieran que padecer tu ausencia, sabrían realmente lo que es sentirse solos.
Por eso cuando me dicen que me vaya con mis versos a otra parte, que las palabras no dan certezas, les digo que ya lo sé. La literatura no puede darte la solución a una ecuación, resolver un teorema, calcular el área de un trapecio o medir la temperatura. Pero es que las ciencias tampoco pueden encontrar solución a un dolor que te corroe las entrañas, resolver los errores de un pasado demasiado pesado, calcular cuántos para siempre caben en un beso, o medir el fuego de lo que sienten dos enamorados al mirarse a los ojos. No pueden decirme cuántos grados hace en el infierno de tu ausencia.
Así que no me digan que el arte no es necesario. Decir que no necesitamos el arte es decir que no necesitamos el amor.
Y vivir sin amor es estar muerto.
Miss Poessía
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Iba a comentar y me quedé sin palabras. Nada que añadir a un texto sublime. Felicidades.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchísimas gracias! Tú también me dejas sin palabras con un comentario tan bonito, me alegro de que te haya gustado el texto…
¡Un abrazo! ❤
Me gustaMe gusta