Foto: Julia Viciana
Hoy me preguntó un chico de mi universidad si estoy enamorada de ti. Y esa pregunta fue como un disparo, revoloteó de pronto todos los antílopes que corren bajo mi vientre. Y la estampida dejó tras de sí una polvareda de recuerdos.
El primer día, nuestra primera cita. Sin haberte apenas conocido y mientras esperaba en la parada, me di cuenta de que tu cuerpo es un tranvía sin frenos del que no quiero bajarme nunca, que no me da miedo ser arrollada si quien me pasa por encima es tu boca, que si las vías son tus brazos yo soy una suicida deseando saltar. Qué muerte más deliciosa renacer en cada viaje sin vuelta por los raíles vertiginosos de tus avenidas, qué trayecto puede ser mejor que dejarme llevar por los kilómetros de tu piel sin saber a dónde me llevará el camino. Que se queden los poetas con los tópicos de las mariposas en el estómago, aquel día yo sentía la fauna entera de una jodida selva amazónica.
Hablamos durante horas en un café, paseamos nuestras ganas por toda la ciudad, volvimos a entrar a otro café a dejar la vergüenza en el fondo de cada vaso de cerveza. Debo confesarte, señorito, que el café de aquel día nunca me quitó tanto el sueño como el café que tiñe tu mirada. Debo confesarte que cada vez que dabas un trago se abría en mí el debate de si debía dejar que el vaso monopolizara tus labios o probar cómo sabe la espuma en tu boca. El beso de Hugh Grant y Julia Roberts en Notting Hill en aquel parque de Londres no tiene nada que envidiarle al que nos dimos en el parque de al lado de mi casa como desenlace perfecto a esa primera escena de nuestra película.
La manera en la que tus dedos encajaban en los míos mientras veíamos aquella película, el momento en el que desvestiste mi alma mirándome de aquel modo y supe que estaba desnuda mucho antes de que mi cuerpo se convirtiera en la pista de baile de tus manos.
La primera vez que fuimos juntos a la playa y, mirando el atardecer en el reflejo de tus pupilas, advertí que en las olas peligrosas de mi vida tú fuiste luz y faro cuando pensé que mis velas habían perdido por completo el rumbo. Así fue, amor, me salvaste del naufragio.
Aquella vez que fuimos al cine.
O aquella que te acompañé a la fiesta sorpresa de tu amigo y acabamos tropezando con la madrugada a la salida de aquella discoteca en la que de descubrí que lo único que siempre le ha faltado a mi vida son esas piernas africanas a las que nunca he sabido seguir el ritmo. Gracias por eso. Gracias por cogerme de la mano y no dejarme nunca coger aire, gracias por poner mi felicidad a bailar y ser el ritmo que mejor rima conmigo. Gracias por ser el estribillo de mi mejor canción de verano.
Aquella noche en el apartamento de la playa en el que lanzamos un claro desafío al mar para ver si hacían más ruido las olas estallando contra la orilla o nuestras pieles chocando contra el desenfreno. Creo que luego, bajo la ducha, fue el mar el que vino a caernos encima porque ansiaba ser partícipe de nuestro concierto.
La sala del TEA en la que me mirabas riéndote cada vez que te apretaba el brazo en las escenas de tensión.
Todos los partidos de fútbol en los que se unían Guinea, Nigeria, Sierra Leona y Canarias en la misma cancha huérfana de prejuicios y llena de cariño. Y qué importa si se me da fatal darle patadas a una pelota si me prometes una prórroga en tu habitación.
La partida de bolos en la que te gané. Me di cuenta de que, aunque yo hubiera derribado más bolos que tú, tu jugada al conocernos había tenido más mérito: usaste tu mirada como primer lanzamiento y había caído al suelo mucho antes de tener tiempo de prever el tiro. Llegaste dentro, al centro, haciendo pleno en mi alma con puntería donde el resto de jugadores ni siquiera se había atrevido a lanzar.
Aquel mirador al atardecer en el que el mejor paisaje era tu silueta a contraluz, aquel paseo por la playa después de ir cantando en el coche.
Todas las fiestas en las que me agarraste de la cintura y me hiciste sentir en África sin haber puesto nunca un pie allí. Debo decirte, señorito, que verte bailar es el fenómeno natural que más impacto ha causado en el cosmos de mis entrañas. Que huyan las galaxias, los cometas, las estrellas fugaces, las constelaciones, las supernovas. Que huyan, en serio, nadie va a conseguir emitir tanta luz ni fascinarme tanto con su destello.
Aquel festival de música en la playa y tus ojos brillando más que el sol de ese agosto, aquel paseo por el puerto y el sabor a helado de tus labios, aquella caminata a Candelaria y el reposo de mi cabeza en tu hombro al volver.
Nuestra pequeña luna de miel en El Médano y todas las veces que me volví a enamorar de ti. Cuando me dijiste que creías en Dios por haberme encontrado, cuando nos tumbamos en aquella cala y estuvimos haciendo confesiones en voz baja a las estrellas hasta medianoche y luego subimos el volumen al llegar al apartamento.
La vuelta del viaje y verte esperando en la terminal del aeropuerto me hizo darme cuenta de que no quiero hacer nunca las maletas de tu vida, quiero ser una pasajera eterna de tu vuelo y que encontremos las pistas de despegue solamente para coger velocidad y volar bien alto juntos.
Las veces que cenaste en casa.
Las noches durmiendo en la azotea, quedarme dormida mientras miro contigo el firmamento y que el sueño sea mucho mejor cuando despierto.
La fiesta de El Pris y probar nuevos pasos, nuevos sabores, nuevos ritmos. Probarlo todo contigo. Comernos la vida a bocados y no saciar jamás nuestra hambre.
El día en el que te enseñé un paraíso escondido, una cala en el sur de la isla en la que perdí el norte cuando nos sumergimos en el agua y me hice adicta a tu boca de salitre.
Después de pensar en todo esto, después de este bombardeo de recuerdos, ¿de verdad es necesario que conteste a la pregunta de ese chico de mi universidad?
Miss Poessía
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
La mejor respuesta posible, ¡da gusto leerte!
Un beso enorme
Me gustaMe gusta
¡Muchísimas gracias por tu apoyo, en serio! Es todo un placer que te hayan gustado mis palabras… ❤
¡Cuídate mucho, un abrazo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Tremendo! Me sorprendes mucho. Tu escriutura es muy agradable, es sincera, es profunda… ¡Es poesía!
Veo que el amor sigue siento un cimiento de este rincón poético.
¡Un abrazo, Julia! 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muuuchas gracias! Es un placer que te haya gustado y no sabes cuánto te agradezco el apoyo que me das y que me has dado siempre. Te has convertido en un lector esencial de este rincón…
¡Un fuerte abrazo, Felipe! ♡
Me gustaLe gusta a 1 persona