Estoy segura de que la persona
que inventó la expresión “tu cara es un poema”
te estaba mirando.

Tu cara es un poema
y no uno cualquiera.

Tu cara es un libro
y cada cicatriz una historia
que no me canso de escuchar.
Cicatrices que me sé de memoria
y que quiero besar
hasta que se acaben curando.

Tus ojos están llenos de café
y cuando te miro me acuerdo de Benedetti
porque sé que ha llegado la hora
de dedicarte mi insomnio,
porque cuando salto a la profundidad
de tu mirada
me doy cuenta de que
“el mundo y yo te queremos de veras,
pero yo siempre un poquito más que el mundo”.

“La vida es lo que tú tocas”, dijo Salinas.
Yo, desde que nuestros labios colisionaron,
creo firmemente que la vida
es lo que florece tras el roce de tu boca.

Y lo siento, amor, pero es que no puedo
mirarte a los ojos sin recordar a Rayden,
porque “no hay mejores brindis
que los que hacen tus pestañas”.

Y qué pestañas.

Tus pestañas son el telón
a esa obra de teatro que hacen a dúo
tu pupila y tu iris.
Y joder, qué espectáculo,
nunca me cansaré de perderme
en la oscuridad de tu mirada.

Tu piel esconde la dulzura
de los versos Neruda,
la sensibilidad de Elvira Sastre,
la belleza de la voz de Loreto Sesma,
las letras llenas de verdad de Marwan
y toda la belleza de un poema de Ojeda.

Si me enamoré de tu boca,
cuando tus labios se despegaron y hablaste
tu voz me sedujo como ninguna
lo había hecho antes.

Y es que solo tú sabes
cómo ser canción.

Eres la lírica admirable de Sabina,
el canto quebrado de Silvio Rodríguez,
la poesía de Sharif,
la hermosura de una canción de Pedro Guerra,
la voz conmovedora de Suárez,
el dulce acento de Vanesa Martín en directo…

Tu cara es la metáfora de la felicidad,
la personificación de la belleza,
la antítesis de la pena.

Tu cara no tiene comparación.

 

En tu cara están todas las musas.

Miss Poessía

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