Qué importa que hayas nacido a casi 4000 kilómetros de aquí, si cuando estamos juntos la distancia más grande entre ambos son los centímetros de piel que separan nuestras entrañas enamoradas.
Qué importa que estés aprendiendo a nadar, si yo nunca dejaré que te hundas en otras olas que no sean las de mi pelo, si quiero convertir mi cuerpo en madero al que agarrarte cuando llega la tempestad.
Qué importa que esté medio sorda de un pie, si cuando me agarras de la cintura y me enseñas a bailarle a la vida desearía hacer del ritmo de tus pasos el vaivén que guía mis actos, si el sonido de tus labios cuando me cierran la boca en un beso y se escucha una canción africana de fondo es la melodía más hermosa que haya sido jamás escuchada.
Qué importa que hayas tardado tanto en llegar, si has llegado. Si, cuando me había cansado de que mi vida fuera un circuito circular en el que me prometían que el amor estaba a la vuelta de la esquina, apareciste con tus abrazos poliédricos para demostrarme que jamás he sido círculo, que este cuerpo que habito está repleto de vértices, caras y esquinas que jamás me había dado a mí misma la oportunidad de descubrir.
Qué importa que fueras una promesa futbolística que nunca llegó a conocer el éxito. Te diré, amor, que a mí siempre me han gustado más los hechos que las promesas y tú eres el acontecimiento señalado en rojo pasión en mi calendario antes lleno de casillas vacías y grises de tiempo vacío. Eres el cometa que atravesó el negro de mi cielo tras años sin astros, estrellándome. Pero tú no estás hecho de polvo, hielo y roca. No, amor, tú estás hecho de fuego, llamas y pasión.
Qué importa el color de tu piel o cuánto pesa tu pasado. Lo único relevante es lo deliciosa que es esa piel y lo afortunada que soy de que hayas decidido que sean mis labios los que la besen. De tu pasado solo me interesan los pasos que diste porque te han conducido a conocerme, a esta maravillosa serendipia de haberme agarrado al viento de tus velas en el momento preciso del naufragio en el que había perdido las ganas de luchar por salvarme.
Qué importa cuándo fue la última vez que tus ojos se llenaron de agua salada, si ahora ríes con esa carcajada que suena a refugio y ese hueco tan seductor entre tus paletas que me hace perder la poca cordura que me queda.
Qué importa cuándo te rompieron o quién fue la autora de tus cicatrices, si me he enamorado por completo del caleidoscopio tan fascinante que forman tus pedazos y quiero besarte todas y cada una de esas heridas hasta que mi saliva consiga cicatrizarlas.
Qué importa cuánto frío hayamos pasado el último invierno, si ahora nuestras pieles son ganas, sudor y verano.
Qué importa que a veces eches de menos tu tierra, tu país, si quiero abrazarte tan fuerte que recuerdes cómo era estar en casa y que te des cuenta de que tal vez el hogar no es un lugar, sino una persona.
Qué importa que haya gente que aún siga sin entender que dos personas puedan amarse a pesar de sus diferencias.
Qué importa, amor, si yo te quiero.
Y eso es lo único que me importa.
Miss Poessía
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.