La última vez que quedamos
sonaba «Je vais t’aimer» en mis auriculares
justo antes de que nos encontráramos
en la estación.

La última vez que quedamos
tuve la certeza de que ese hueco tan sexy
que tienes entre las paletas
mide lo mismo que ese último paso
que jamás me atreví a dar,
ese simple y maldito paso
que separaba mi vida de la felicidad.

La última vez que quedamos
me di cuenta de que,
justo cuando había decidido resignarme
al frío de una vida sin amor,
apareciste.

Con las palmas de tus manos
llenas de fuego
y ganas de hacerme arder
porque sabías que,
por mucho fuego que exista entre nosotros,
nunca acabaremos reducidos a ceniza.

La última vez que quedamos
pensé en lo hermoso que resulta
que nuestros dolores se hayan encontrado
justo cuando ambos habíamos perdido
la esperanza.

La última vez que quedamos
pude sentir en tu mirada
todos esos sentimientos
que nunca nos ha hecho falta tratar
de simplificar en palabras.

La última vez que quedamos
te besé y advertí que,
tras haberse quedado en mi boca
el desagradable regusto de un rollito
de primavera,
has venido con salitre en los labios
y dispuesto a dejar en mi paladar
el sabor delicioso del verano.

La última vez que quedamos
deseé más que nunca
que fueras esos puntos suspensivos
que siguen al punto final,
esa coma que acompaña al punto
en su camino hacia una nueva historia,
esa pista de despegue
que hace descubrir nuevos cielos,
ese salto que precede a un abismo que,
en lugar de acabar en impacto y huesos rotos,
enseña a abrir las alas y explorar
nuevas maneras de volar.

La última vez que quedamos
estuve segura de que no quiero
que sea nunca la última vez.

Miss Poessía

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