Hace unos días leí en la puerta de un baño: «el feminismo va a cambiarte la vida». Y yo pensé que la vida debería haber cambiado hace mucho tiempo para que el feminismo no tuviera que existir. Y es que me resulta surrealista estar escribiendo sobre feminismo en pleno siglo veintiuno. Porque, por mucho que sea un término que se haya ensuciado y desprestigiado en la actualidad, el feminismo es simplemente el movimiento que defiende la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. No es pensar que los hombres son inferiores o que nosotras nos merecemos estar por encima de ellos. No es pensar que todos los hombres son machistas. No es pensar que somos mejores por el simple hecho de ser mujeres. No, eso es hembrismo. Y, lamentablemente, aún hay gente que confunde ambos términos.
Ahora el feminismo está de moda. Pero es que ser feminista es lo lógico, lo absurdo sería no serlo. Ser feminista no es ser extrema, no es una forma de radicalismo, no te convierte en mejor o peor persona. No se trata de algo que haya que odiar o repudiar. Porque, como diría Neil Strauss, «cualquiera que odie algo, es que se siente amenazado por ello». Y no sé el resto, pero yo no veo ninguna amenaza en defender la plena igualdad entre hombres y mujeres. Además, ¿dónde quedaría el progreso histórico sin la figura femenina?
Todavía tenemos que enfrentarnos a ideas caducas, anticuadas:
Con lo guapa que eres, ¿cómo estás aún sin novio? Algún día encontrarás a tu príncipe azul. ¿Por qué juegas al baloncesto, si es un deporte de niños? Compórtate como una señorita. Tienes que mantener los modales. Deja que lo haga yo, que tengo más fuerza. No juegues a la Play, es de niños. Es una puta, todo el día por ahí rodeada de chicos. Vestida así pareces una mojigata. Vestida así pareces una fresca. No salgas así a la calle. Luego no te quejes, si vas pidiéndolo. ¿Cuándo vas a ser madre? ¿Cuándo vas a casarte? Deberías agradecer estar con un chico como él. No te pongas esa falda tan corta. Soy celoso porque te quiero. ¿Con quién vas a salir? ¿A qué hora vas a volver? ¿Dónde vas a estar? ¿Qué vas a hacer? ¿Cómo no vas a saber cocinar, si eres una mujer? Qué raro que seas tan ambiciosa, si eres una mujer. Seguro que la ha ascendido porque se acostó con su jefe. ¿Por qué no te maquillas? ¿Por qué te maquillas tanto?
¿Cuántas veces habremos escuchado comentarios de este tipo? ¿Cuántas veces más tendremos que hacerlo para que las cosas cambien? ¿Cuántos años hasta que aceptemos que no podemos vivir en el siglo XXI con una mentalidad prehistórica?
Acepta que una mujer puede ser guapa y no tener novio porque se siente mejor así, porque, ¿dónde está escrito que debe tener pareja para sentirse feliz? Haz caso a El rey león en eso de «vive y deja vivir», que cada uno haga con su vida lo que quiera. Además, preguntar a una chica por qué no tiene novio presupone y admite que esa chica debe ser heterosexual, que está obligada a tener novio. ¿Por qué no puede ser una novia? Por qué, si tanto te interesa su vida privada, ¿no te limitas a preguntarle si tiene pareja?
Acepta que el tópico romántico del príncipe azul está más caducado que tus creencias, que una mujer también puede ser loba, guerrera, bruja, gigante, enana, caballera, reina, rana, cazadora, arquera o el personaje del cuento que le dé la gana. Así que, por favor, déjate de príncipes azules.
Acepta que el baloncesto o el fútbol no son deportes de chicos, igual que el ballet o la gimnasia rítmica no son deportes de chicas. Si eres de los que aún piensan eso, el deporte que mejor te vendría es el de ejercitar un poco más tu cerebro.
Acepta que no existen unas reglas establecidas sobre cómo debe comportarse una señorita, sobre qué modales debe tener. Lo que sí existe son unas pautas mínimas de educación y respeto. Y, si todavía eres de los que van diciendo a las mujeres que deben comportarse como unas señoritas, lamento decirte que eres tú el que debería adquirir ciertos modales.
Acepta que, muchas veces, las mujeres somos más fuertes que los hombres. Y no hablo solamente de fuerza física.
Acepta que una chica puede jugar a la Play si le apetece, del mismo modo que si a ti te apetece podrías jugar a callarte un poco la boca si lo que vas a decir no mejora el silencio y además es tremendamente machista.
Acepta que las mujeres no se clasifican en mojigatas o frescas. Y, si aún las sigues clasificando de ese modo, siento decirte que a mí se me ocurrirían unos cuantos adjetivos con los que clasificarte. Lo siento, no puedo escribirlos, mis modales de señorita no me lo permiten…
Acepta que podemos salir vestidas a la calle como nos plazca, que lo único que vamos pidiendo es un poco de respeto. Que casarse o ser madres no es algo incuestionable en el hecho de ser mujer.
Acepta que, si te quejas de que llevemos la falda corta, igual el que va un poco corto de miras eres tú. Que si eres celoso no es porque quieras a tu pareja, es que eres estúpido.
Acepta que no tenemos que decir con quién vamos a salir, ni con quién vamos a estar, ni a qué hora vamos a volver, ni qué vamos a hacer. Nuestra vida no es un artículo sensacionalista de revista, no tenemos que retransmitirte lo que hacemos como si fuéramos las reporteras de nuestras propias vidas. Si tanto te interesa la vida de los demás, me complace anunciarte que existen cientos de revistas de corazón con las que puedes entretenerte cotilleando un rato a la gente.
Acepta que hay mujeres que no se maquillan, que son más ambiciosas que tú y están mucho mejor preparadas.
Y, si algún día aceptas todo eso, si algún día cambias el cristal sucio y lleno de polvo tras el que ves el papel social de las mujeres por uno limpio y nuevo, tal vez las cosas empiecen a ser diferentes. Hasta entonces, disfruta viviendo en el perímetro reducido de tus ideales, ese espacio en el que te has encerrado tú solito. Pero, por favor, no trates de encerrar a nadie más.
Miss Poessía
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