Siglo XXI. En teoría, deberíamos haber dejado atrás los prejuicios, el rencor y el desprecio que durante tantos años predominaba en el mundo. Pero, ¿realmente hemos evolucionado? ¿Realmente nos hemos vuelto más tolerantes, más respetuosos? ¿De verdad hemos aprendido a mirar al otro sin un filtro de indiferencia y menosprecio en la mirada? La realidad es que no. Dicen que la historia nos ayuda a no cometer los mismos errores del pasado, pero hemos olvidado la historia y cada vez erramos más en el camino hacia la justicia. Estamos ignorando las huellas que tanta gente se esforzó en ir señalando poco a poco, estamos borrando las flechas que nos orientan hacia el sentido común y la tolerancia. Los partidos políticos, las redes sociales y los medios de comunicación se empeñan en difundir un discurso del odio hacia todas aquellas personas provenientes de países de mayoría musulmana.
Odio hacia aquellas personas que decidan llevar velo. Odio hacia todo aquel que tenga unos determinados rasgos étnicos. Odio a los musulmanes. Odio a los árabes. Odio porque se relaciona árabe con musulmán y musulmán con terrorista. Odio porque es más fácil despreciar y criticar a alguien sin conocer su historia ni sus valores que tratar de ponerse en sus zapatos y empatizar con su sufrimiento. Odio porque es más sencillo creer que una mujer musulmana que decide vestirse de una determinada manera lo hace porque es sumisa, analfabeta o porque está oprimida por su religión que pararse a pensar si lo hace por decisión propia, porque hacerlo representa su manera de pensar y de vivir.
Y es que islamofobia no es solamente matar a alguien por sus creencias religiosas o cometer actos de violencia contra aquellos que creen en el Islam. No, la islamofobia está en acciones en apariencia mucho más inocentes. Islamofobia es que los compañeros de un instituto te discriminen por ser musulmán y querer estudiar como uno más. Islamofobia es que te pongan zancadillas y piedras en el camino cuando quieras buscar trabajo solamente por tu apariencia física. Islamofobia es que no te acepten en un puesto de trabajo por llevar velo, como si el velo tapara el cerebro y la capacidad de pensar. Islamofobia es mirar con desprecio a un árabe como si fuera un terrorista, no sentarte al lado de él aunque haya asientos vacíos. Que te descarten automáticamente de los candidatos a una entrevista tras ver la foto de tu currículo, sin haber leído siquiera cuál es tu formación y qué aptitudes que tienes podrían aportar valor a la empresa.
Tenemos que cambiar radicalmente nuestra forma de pensar, resetear nuestro pensamiento, formatear todos los prejuicios de nuestro cerebro para poder almacenar nuevos puntos de vista y opiniones argumentadas. Tenemos que entender que los musulmanes no son terroristas, que todos los árabes no son yihadistas.
Y para que esto ocurra tenemos que caminar todos en la misma dirección. Algo complicado si tenemos en cuenta que el presidente del país con más influencia del mundo es la persona más racista y xenófoba que existe, que los medios de comunicación no ayudan, que los partidos políticos están difundiendo odio cada día. Y es que los medios, que nos bombardean con imágenes de ataques terroristas e información sin contrastar, están contribuyendo a hacer propaganda de estos grupos terroristas y propagar el odio. Están haciendo que nos creamos el discurso sin comprobar si es cierto o no, están contando solamente una parte de la verdad. Según el periódico El Confidencial, en los atentados contra Charlie Hebdo, «los medios occidentales apenas refirieron que murió tiroteado por los terroristas el policía Ahmed Merabet, musulmán de origen tunecino, que fue asesinado cuando defendía a sus conciudadanos».
Cuando quien sangra es Europa, todos lloramos y armamos revuelo. Yo también soy París, Bélgica, Londres. Está muy bien sensibilizarse con la desgracia y es lógico que nos afecte más cuando la sentimos más cerca. Pero nadie se escandaliza con las muertes de Líbano, Marruecos, Siria, Turquía, Kuwait, Burundi, Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán, Yemen, Somalia, India, Egipto, Libia, Filipinas, Camerún, Níger, Congo, Sudán, Kenia, República Centroafricana… Lo más horrible de todo esto es que nos estamos acostumbrando a la guerra y a la muerte, ya lo vemos como algo normal. Nos hemos acostumbrado a encender la tele y ver niños muertos, familias bombardeadas por la catástrofe y el dolor, muerte y destrucción.
Lo que está claro es que no se puede construir la paz desde la guerra. Debemos hacer caso a Gandhi y ser cada uno de nosotros el cambio que queremos ver en el mundo. «No hay camino para la paz, la paz es el camino».
Miss Poessía
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