Farsante, trataste de venderme tu guión
repleto de historias tan inverosímiles
que, sin duda, te hubieran dado
el premio a la peor película.

Por un instante casi te creo,
pensé que podríamos ser ciencia ficción juntos
y crear un universo tan fascinante
como el de Harry Potter.
Menos mal que abrí los ojos a tiempo.

A tiempo para darme cuenta
de que jamás has sido magia.
A tiempo para entender
que yo siempre he sido más
de fundamentar mi argumento en la verdad
y basar mi vida en hechos reales.

Quisiste ganar el premio a mejor actor,
te imaginaste personaje principal en mi vida.
Lamento decirte que apenas fuiste un figurante,
un actor secundario que jamás tendrá el peso necesario
para suponer un cambio en el desarrollo de mi historia.

Ansiaste ser el director de mi actuación,
indicarme cómo debía sentirme o comportarme,
tenerme bajo tus directrices.
Sin embargo, ni aunque me hubieran pagado
me hubiese puesto bajo tu dirección.
Siempre he preferido orientar yo sola
mis brújulas
y dejar que sean mis sentimientos
los que me dirijan.

Te convertiste en el peor guión original que he leído
y de pronto me pareció absurdo
que cualquier actriz pudiera leerlo y querer firmar
el contrato,
formar parte de una historia tan pésima.

¿Cómo ibas a escribir un buen guión original
si nunca has tenido originalidad,
si siempre fuiste un plagio de tus miedos?

Trataste de seducirme con promesas
de hermosas canciones,
hacerme creer que necesitaba una risa
como la tuya
para poner banda sonora a mi presente.

Pero, ahora que me voy, me doy cuenta
de que lo único que pudiste garantizarme
fue un cobarde silencio.

De verdad, mereces el Óscar al mejor montaje.
Un premio a los peores efectos especiales.

Y también al mejor maquillaje de intenciones.

Me alegro de que lo nuestro haya sido un cortometraje,
porque siempre fuiste una pérdida de tiempo.

Que vaya otra a verte en los peores cines.

Miss Poessía

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