Tengo el amor sentado en el banquillo,
esperando a que lo llames
para entrar a jugar.

Mis caricias se están enfriando
después de tantos partidos
sin pisar la cancha.

Los besos que nunca me has dado
pesan demasiado en
el marcador de mi deseo
y va a ser complicado remontar a estas alturas.

Cuando llegaste me dejaste sin defensas
y ahora no sé
cómo diablos frenar los sentimientos
que contraatacan sin tregua.

Tengo ganas de que echen al miedo de mi partido
por acumulación de faltas,
de inventar contigo la mejor jugada
y ser capaces de desmarcarnos de todas nuestras dudas.

Me gustaría decirte que,
desde que apareciste,
te has convertido en jugador titular de mi felicidad.

Que no quiero ganarte
ni que me ganes,
aunque soy consciente de que al final
uno de los dos será el perdedor.

Que quiero jugar una prórroga eterna
en tu cuerpo
y que nunca nos cansemos
de correr en dirección contraria a la rutina.

Que cambiaría cada deportista mediocre
de mi pasado
por un futuro en el que tú y yo
seamos un equipo.

No sé tú, pero yo ya me voy cansando
de esperar un salto inicial que nunca llega,
de que todos nuestros tiros toquen aro
pero nunca se atrevan a entrar en la canasta.

No sé tú, pero yo ya me muero de ganas
de ponerme el equipaje y salir corriendo
a darlo todo esta temporada,
pase lo que pase.

No te preocupes si sientes que aún estás frío,
ya habrá tiempo para calentarnos.

No te preocupes si hay riesgo de lesión,
la única que sufrirá daños
será la tristeza.

Haremos un esguince a la soledad
y que se prepare la cobardía
porque vamos a hacerle un bloqueo tan potente
que quebraremos sus costillas.

Venga,
ven.

Atrevámonos a jugar
aunque no estemos seguros
de que esta sea nuestra liga.

Miss Poessía

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.