Sueño con despertar un día y que, al abrir los ojos, a la gente se le hayan desteñido los grises. Con mirar a las personas a la cara y que, al ver sus sonrisas elevadas al infinito, sienta que todo este tiempo de ceros a la izquierda ha merecido la pena. Con demostrar que la alegría es infinitamente más poderosa que el llanto y que haya una epidemia mundial de carcajada. Sueño con que ser feliz sea la ecuación más fácil de resolver y desterremos para siempre las incógnitas. Que dejemos los problemas a las matemáticas, que nosotros ya hemos tenido bastante.
Sueño con un país en el que el himno oficial sea la risa y las prisas sean pecado capital. En el que la pasión gane siempre el pulso a la desilusión y seamos capaces de correr más rápido que el miedo. Que nuestra patria sean las letras y que gobierne el amor. Que versemos intensamente hasta desgastar las injusticias y que solamente los besos consigan taparnos la boca.
Sueño con que derechas e izquierdas acaben encontrando el centro de gravedad que les haga fundirse en un abrazo. Y que la felicidad tenga el monopolio del mundo. Que nuestras armas más potentes sean las palabras, que guardemos un arsenal de caricias con poder de seducción masiva y que nuestro ejército de besos sea el bien más preciado.
Sueño con que un día los libros libren una guerra contra la tele basura y la ganen, dándonos la libertad de pensar (esa acción que últimamente está en grave riesgo de extinción). Que los programas no vomiten intimidades vacías e insustanciales, sino que inviten a que lo cuestionemos todo. Que no nos conformemos con el mundo de algodón de azúcar que nos pretenden vender, hay que mirar detrás de las alfombras y sacar de una vez por todas la porquería que se ha ido acumulando.
Sueño con un planeta que se mueva por algo más que por los intereses económicos, que una mirada de preocupación sincera tenga más valor que fajos de billetes en la cartera. Porque no sé tú, pero a mí me extraña que después de tantos avances no hayamos encontrado cura al cáncer, al ébola, al sida… Por eso ansío el día en el que la justicia gane a la avaricia.
Sueño con que los refugiados por fin encuentren refugio, que las únicas guerras que existan sean las de almohadas, que dejemos de mirar para otro lado y miremos de frente al abuso hasta masacrarlo.
Sueño con que la literatura, el amor y la cultura muevan tanto a la gente como el fútbol. Que las inmoralidades nos hagan salir a la calle y gritar más que cualquier gol o partido del siglo. Que el deporte oficial sea la pasión y el mundo entero tenga agujetas de tanto acariciarse.
Sueño con un pueblo que no vote a un tipo anaranjado racista, machista, prepotente y déspota. Ni a un individuo que no sabe construir bien una frase sintácticamente, que apoya la corrupción de su propio partido y que, por mucha «marcha» que haga, jamás será capaz de alcanzar la honestidad.
Sueño con que desahucios, corrupción, hambre, pobreza, engaño y mentira sean palabras que queden un día en desuso.
Con que no haya más muros que los del Facebook, con empezar una revolución desde la poesía.
Sueño con no dejar nunca de soñar.
Miss Poessía
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Ojalá todo el mundo luchara por sus sueños,me encanta ¡¡ Un abrazo 🙂
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¡Muchas gracias! ♡
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Hay gente que cada día aporta su granito de arena para que su entorno sea más justo y bello, aunque no salgan en los periódicos. Hay una revolución silenciosa, claro que la hay, pero al no acompañarse de algarabías parece no existir. Hay aún esperanza, Miss Poessía.
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Sí, estoy de acuerdo contigo, todavía hay esperanza. Muchas gracias por tus comentarios, Nuria 😉
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Totalmente de acuerdo, tendremos que seguir luchando con nuestros versos hasta que no nos quede ni tinta ni aliento para seguir, y aún así dar un último poema de libertad.
¡Un abrazo!
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¡Muchísimas gracias, Cris! ❤
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Muy de acuerdo, y muy bien contado.
Un saludo, y buena semana 😉
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Muchas gracias, Álvaro, por aportar siempre tanto valor a este rinconcito 😉
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