Inspirado en el poema Esos locos que corren de Marciano Durán
Yo los he visto.
Están un poco chiflados.
Algunos se despiertan antes que el sol para poder robarle a la luna los versos más bellos o tienen alma de búho y se olvidan de dormir, porque saben que el mejor insomnio es hacer un brindis por la soledad, un trío con esas mujeres llamadas Prosa y Poesía que ya son habitantes frecuentes de sus vidas.
Pasan horas buscando la palabra exacta. El adjetivo que sea capaz de describir la tonalidad de aquellos ojos que no han podido olvidar, el verbo que dibuje el movimiento preciso de sus labios al abrirse en una carcajada, la preposición que contra todo pronóstico los guíe hacia la felicidad tras haber recorrido sus cicatrices, el prefijo que les ayude a fijarse a ciertas bocas y no despegarse jamás, el signo de puntuación que logre que al punto final le sigan siempre dos puntos suspensivos.
Compiten contra ellos mismos y muchas veces sus letras acaban arrugadas en el suelo, abandonadas como la cordura en la vida de un enamorado, despreciadas por no haber conseguido encajar bien en un poema o no ser nunca suficientemente buenas, suficientemente brillantes, suficientemente precisas… Por no ser nunca suficiente.
A veces, se acomodan en un banco y ven pasar a la gente buscando su próximo personaje; o se toman un café mientras observan con atención cómo dos desconocidos se miran desde los ojos hasta el alma y bucean en su interior en busca de frases que puedan contarlo.
Todos están enamorados de la señorita Inspiración y la persiguen, la buscan, la encuentran, chocan contra ella y se revuelven, se emocionan. Pero a veces ella les ignora, pasa largas temporadas alejada de ellos, les hacen sentirse desdichados y acabar escribiendo estupideces dignas de premio.
Si alguna vez adviertes que uno de ellos fija su pupila en la tuya hasta intimidarte, no te asustes, solamente está tratando de hallar las palabras que mejor combinen contigo.
Si percibes que alguno está triste y encorvado, no te preocupes, lleva a cuestas el pesado fardo de la pena. Ellos disfrutan cayendo, haciéndose herida, hurgando en el dolor hasta convertirlo en algo fascinante.
Están un tanto desequilibrados y por eso en ocasiones practican haciendo funambulismo en el precipicio de unos ojos, en el vacío abismal de una despedida. Saben que, tras la caída, es probable que no vuelvan a emprender el vuelo. Pero qué metáforas tan hermosas surgen a veces de unas alas rotas…
Puede que un día descubras que el mundo duele menos gracias a ellos, que no agobia tanto, que sus historias parecen hablar de ti. Pero, shhh, no les digas nada. Ellos no saben que hacen magia, que el paseo que hacen por sus cicatrices ayuda a que duelan menos las tuyas.
Están locos.
Locos por escribir,
locos por vivir.
Aunque, a veces, no sepan cuál es la diferencia.
Miss Poessía
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Me encanta, supongo que estar loco es la mejor forma de estar
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Completamente de acuerdo contigo, amigo 🙂
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