Las notas de música inundan mi cabeza mientras escucho «One day». La profunda voz de Asaf Avidan, hermosamente hiriente, me llega a la fibra sensible en dosis cada vez más certeras. «Un día, cariño, seremos mayores. Oh, cariño, seremos mayores y pensaremos en las historias que podríamos haber contado». Por la ventana solamente veo una oscuridad absoluta y estoy aquí tratando de escribir algo porque necesito una vía de escape. Supongo que escribir siempre ha sido esa vía de escape, esa manera de huir de la realidad cuando realmente apesta y la falsedad me ahoga demasiado. Ya son muchas noches de insomnio peleando contra mí misma, pensando demasiado. «No más lágrimas, mi corazón está seco». Mañana tengo clase. Menuda mierda, voy a parecer una zombi viviente.
Me doy cuenta poco a poco de que la mayoría de nosotros vivimos pensando que somos inmortales. Que esto será eterno y no habrá un final. Nos levantamos sin ganas, pensando que es una putada tener que madrugar un lunes para ir a trabajar, en vez de sentirnos afortunados por tener un trabajo. Pasamos la mañana intentando matar el tiempo, mirando su lento paso pensando en cuánto queda para terminar, en lugar de valorar cada minuto del día y apreciar los pequeños detalles. Dejamos las cosas para luego, sin darnos cuenta de que un día ya no habrá más «luegos» y el momento de actuar es ahora. Existimos en un mundo paralelo, en ese famoso mundo del «mañana» en el que todos somos productivos, creativos e inspiradores.
No valoramos lo que tenemos, sólo cuando no lo hemos conseguido o cuando ya se ha ido. No escribimos a las personas a las que queremos, no las llamamos, no hablamos lo suficiente con esa gente que hace de nuestra vida un mundo mejor. No nos damos cuenta de que es esa gente a la que habría que abrazar tan fuerte como si tuviéramos miedo de que fueran a salir volando, escribirles palabras tan bellas que serían capaces de conmover a la persona más gris del universo, llamarlas simplemente para saber si están bien, hablar para ser conscientes de que la palabra es mitad de quien la dice y mitad de que la oye y si no expresamos nuestras emociones estamos llevándonos partes de los demás sin pedir permiso. Decimos muchos «sí» aunque en realidad no tengamos ganas, tenemos miedo al «no».
No le decimos a las personas lo mucho que las queremos hasta que les ocurre algo. Tenemos que esperar una mala noticia, la llegada de una enfermedad o una distancia larga y angustiosa para darle por culo a los miedos y las inseguridades y salir a la calle a comernos el mundo. Aunque estemos muriendo de ganas por dentro de abrazar a alguien y un «te quiero» esté enganchado en nuestra garganta amenazando con reventar si no le dejamos salir, no somos capaces. Muchas veces no somos capaces de amar.
Tendríamos que hacer caso a García Márquez en lo de «Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no». Deberíamos decir todo lo que sentimos, aunque el miedo se nos atragante en cada una de las palabras que queremos pronunciar. Pero no lo hacemos porque, claro, ¿cómo voy a decirle «te quiero»? Seguro que se asusta, mejor espero a que me lo diga primero. Somos absurdos. Es imposible que alguien se asuste de que lo quieran, si es lo más bonito que nos pueden decir.
Deberíamos asustarnos cuando estemos un día entero sin sonreír a la vida y a la gente que nos quiere.
Cuando veamos una injusticia y nos quedemos de brazos cruzados, sin actuar contra aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Cuando nos levantemos sin trabajar un poquito más en nuestros sueños, y nos acostemos sin mirar satisfechos a la luna y abrazar la almohada sintiendo que hemos aprovechado el día lo máximo posible.
Cuando nos demos por vencido antes de empezar, y ante la mínima huella de dolor nos rindamos.
Cuando dejemos de lado nuestra pasión y pasemos a vivir las vidas de los demás.
Cuando le echemos la culpa de todo al destino, porque claro, nosotros nunca cometemos errores y la culpa de nuestros problemas siempre es de los demás.
Cuando el trabajo, las prisas y la gente malhumorada nos vayan alejando poco a poco de las personas a las que amamos.
Cuando nos rodeemos de personas negativas que no confían en nosotros ni en nuestros sueños y nos rodean de «imposibles», en lugar de buscar en cada amanecer a esas personas optimistas y alegres que piensan que todo es posible.
Cuando pase un día y no besemos ni abracemos a nuestros amores, a nuestra familia, a nuestros amigos.
Cuando las oportunidades nos pasan por delante y las dejamos pasar por miedo a tomar la decisión equivocada, y en nombre de nuestra felicidad no nos atrevamos a arriesgar.
Cuando no veamos que la vida es simplemente maravillosa en cada una de sus formas, y nos limitemos a sobrevivir lentamente cada día.
Vivir así es empezar a morir. Si eres así, lo siento, he de decirte que has muerto. Estás muerto. Y lo peor de la gente que muere en vida es que, a veces, también mata a los demás.
Son cobardes, personas que tienen el cartel de «miedo» escrito con tinta permanente en la espalda y no lo pueden borrar ni con alcohol. Sin darse cuenta de que aún tienen una oportunidad. Pueden volver a vivir la vida.
Hay que defender la alegría, transmitir la felicidad al mundo. ¡Vivamos!
¡Enamorémonos de la vida cada segundo de ella!
Querido poeta: esta es una entrada que había escrito hace bastante tiempo, pero me apeteció compartirla contigo. Espero que te guste y te haga reflexionar. Y, por supuesto, si tienes alguna sugerencia o crítica (constructiva o destructiva) puedes dejarla aquí abajo. Será un placer leer tu valiosa opinión ♥
Miss Poessía
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Precioso, es genial ver la felicidad que transmites.
Un abrazo!
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¡Gracias, Cris! La verdad es que estos días están siendo muy felices para mí.
Un abrazo de esos con miedo a que te me vueles 😉
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Si, somos cómodos, egoístas y nos creemos inmortales, sería bueno abrazar y decir tq a las personitas que nos importan y genial decir que sí aún muriéndonos de terror, pero… Somo tan solo seres humanos… Algún día quizá…. Ojalá, ojalá…
Un verdadero placer leerte. 🙂
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Totalmente de acuerdo contigo, ojalá llegué algún día ese momento en el que nos quitemos los miedos. Muchísimas gracias por los ánimos, por tus bellas palabras de apoyo, el placer es mío de tener lectoras tan encantadoras como tú.
Un abrazo ♡
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